La familiaridad con el restaurador

Hace solo unos días, una pareja de amigos en una conversación en nuestra casa, mencionaron un nuevo restaurante en una zona elegante y céntrica de la cuidad. Pusimos fecha para visitarlo y degustar su ofrenda. Llego el día anticipado y llegamos en nuestro coche al local. Con mi usual habilidad, que es la envidia de mi esposa, encontré un estacionamiento muy cerca de la puerta del restaurante.

El local era pequeño pero acogedor. Nos llevaron al segundo piso, casi todas las mesas estaban ocupadas, eso era una buena señal. Nos trajeron la carta y empezó la negociación y selección de platos a saborear. La selección sigue a la negociación cuando los comensales acuerdan si comparten su selección. No siempre sucede, ya que hay muchos que desean solo gozar de su selección, sin degustar de la de los demás. Una persona en nuestro cuarteto prefiere no compartir, pero fue parcialmente convencido dado el argumento de probar este nuevo restaurante.

Una mesera joven con un acento extranjero nos atendió y pregunto si desearíamos ordenar algo para beber. Mi esposa sugirió el vino por botella, no el de la casa, ya que otros amigos nuestros nos habían advertido que no les había parecido muy bueno en su ultima visita.

El dueño, sabíamos que era el, por que los que nos advirtieron sobre el vino, lo conocen y ellos habían sido los que nos recomendaron ese restaurante, se acerco a saludarnos. Nos dio su nombre y la zona geográfica de su país natal.

Entendí que seria una de dos cosas, la primera, que el nombre de su cuidad o pueblo sea tan desconocida que requeriría otra explicación que alargaría el innecesario intercambio. O la segunda siendo que viendo nuestras caras de posibles ignorantes, hubiera decidido que era mejor nombrar una cuidad importante y decirnos que era de por ahí.

Cuando volvió con el vino que habíamos escogido de la carta, descorchándolo anuncio, este vino que van a probar viene de mi viñedo que había sido un manzanar en el pasado. Solo con esa sugestión, no pude quitarme de la cabeza que sabia algo a manzanas. Los aperitivos llegaron y estuvieron muy bien. La velada estaba prometedora. Ordenamos una segunda botella de otro vino. Los platos de fondo llegaron y estuvieron mejor de lo esperábamos.

Sorprendida con la etiqueta del vino en la mesa, mi esposa hizo notar que ese no había sido el vino que habíamos ordenado. Esperando un impase, pregunte, que vamos a hacer al respecto? Resolvimos hacerles notar. El dueño como es usual en muchos restaurantes, se acerco a nuestra mesa para indagar si estábamos satisfechos con la comida. Que se le dice a un anfitrión de su comida?

Mi esposa aprovecho su acercamiento para de manera muy cordial, hacerle notar que el vino que habíamos ordenado, no era el que nos habían traído. Después de corroborar nuestra orden en su ordenador, regreso y nos dijo que, le había pedido a una mesera que le alcanzara el vino ordenado, pero que le entregaron otro vino, y como las etiquetas eran similares, nos había servido uno en error. No cambio la botella, ya que solo restaba menos de la mitad, y anuncio que nos compensaría al final de la cena con un licor especial de su país natal. Acordamos que era justo, ya que nosotros también éramos delincuentes en no prestar la debida atención.

Dos copas en mano.

Después de los postres, el dueño se acerco con dos pequeñas copas en una mano, en la otra una botella sin etiqueta. Puso las copas en el centro de la mesa y vertió el licor en ellas. Lo miramos asombrados, éramos cuatro personas, y solo habían dos copas. Al notar nuestro desconcierto, voltio rápidamente y regreso con dos copas mas, las lleno y dijo, este licor es muy especial y es muy probable que ninguno de ustedes lo hayan probado.

No fue hasta que narre este episodio a los amigos que lo conocen, que recordé que cuando despreciamos el vino de su viñedo, sin darnos cuenta lo hubiéramos podido ofendido y que su venganza fue de convenientemente tildarnos de ignorantes.

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La edificación más deseada

Caminando un domingo por una área céntrica y elegante de la ciudad, y pasando frente a un edificio que siempre admire, como uno de esos sitios soñados donde vivir, noté un pequeño letrero indicando que había un departamento en alquiler.

La edificación mas deseada

Por décadas, con cierta regularidad monitoreaba los anuncios de alquileres o ventas en esa zona con el deseo de cumplir con mi anhelo y finalmente conseguir vivir ahí. Al pasar de los años perdí la esperanza de encontrar un departamento y me resigne a vivir en otro sitio. No recuerdo bien como vi el pequeño aviso puesto contra una gran ventana a un lado de la puerta del magnifico edificio. Recuerdo, que como miles de veces, había paseado por su frente, recordando todos sus detalles.

El edificio de cuatro pisos de estilo francés del Segundo Imperio, sobresalía elegantemente de sus acompañantes en la cuadra, por su exquisitez arquitectónica. Siempre excelentemente mantenido, los jardines impecables, era como ver a un caballero de alcurnia. Esta predilección mía, fue arraigada a una temprana edad y cultivada y reforzada con el pasar del tiempo.

Pensé que al pasar por esa ventana, no había visto el aviso, sentí como que lo que había visto, había sido una mano correr la cortina calada de hilo y nada mas. Este presentimiento me hizo voltear y mirar esa ventana nuevamente, para confirmar que si, el aviso estaba presente invitándome a una visita. Mientras lo leía, la misma mano lo extrajo y dejo caer la cortina, impidiendo mi acceso visual. Que raro, pensé, por que lo hubieran retirado tan rápidamente, que había sucedido. Habrían cambiado de opinión, había sido un error. ¿Sabrían de mis mas profundos deseos y estarían jugando conmigo?


No podía dejar pasar esta oportunidad, era la culminación de décadas de un deseo que parecía haber tomado una fuerza nueva a raíz de esa tentación. Me acerque a la puerta y presione el timbre rotulado portería. Una voz masculina de mediana edad respondió. ¿Buenos días, que desea? Mire, acabo de ver el anuncio de alquiler y quisiera saber si pudiera ver el departamento. ¿Alquiler? Señor, este edificio no ha tenido un departamento de alquiler en 40 años. Los dueños no venden, los entregan a sus herederos y menos los alquilan. Si señor, pero acabo de ver el anuncio en la ventana a la derecha de esta puerta, pudiera averiguar?

Señor, déjeme ver, ¿me espera un momento? Si por supuesto. Mientras esperaba, se me ocurrían historietas para explicarme lo sucedido. La dueña del departamento detrás de esa ventana quería alquilar, algo prohibido en ese edificio, y de vez en cuando ponía el aviso para interesar a los incautos a preguntar sobre el alquiler. Ella estaba tratando de forzar un cambio de reglas antiguas, instituidas por ella misma, que ahora eran irrompibles.

Señor, ¿esta usted ahí? Si aquí estoy. Parece que ha habido un mal entendido, no hay ni habrá ningún departamento en alquiler. Pero la Sra. Dueña del 101, desea conversar con usted, ¿si desea pasar? No entendí bien la propuesta. No hay nada de alquiler, ¿pero una dueña esta interesada en hablar con un extraño que desea alquilar? La confusión me dejo mudo. Sr. ¿Estaría todavía interesado? Si, si gracias. Tenia por lo menos interés en visitar el monumental edificio.

Vestíbulo

Un largo timbre sonó, y la puerta de gruesa madera, acero y vidrio se entreabrió. Empujándola, pude acceder al largo vestíbulo cercado a cada lado por puertas de doble hoja similares a las de la entrada, pero aun mas elegantes. Cada una acedia a un departamento en la planta baja. El piso era de mosaicos con un motivo que inicialmente no pude distinguir. Me evocaba esos frescos que representan los cielos con nubes coposas y aves al vuelo, sin tener estos conocidos elementos. Los frisos geométricos floridos que marcaban la unión de las paredes con el techo, parecían hacer movimientos ondulantes como el agua corriendo en un riachuelo.

Al fondo del vestíbulo, delante de la gran escalera espiral iluminada por una cúpula de vidrio que se percibía desde la calle, había un alto escritorio moderno donde podía ver al portero mirándome. Inicie el cruce del vestíbulo, casi al llegar escuche el crujir de una puerta a mi derecha, algo que distrajo mi observación del mosaico. Continúe hacia el portero sin voltear. Frente a el, y mirándome intensamente, me dijo, la Sra. Blanco desea conversar con usted. Por favor pase, es la puerta de la izquierda.

Al voltear, la iluminación había cambiado el diseño del mosaico, era otra cosa. A mi entrada parecía algo pastoral. Con la luz a mis espaldas, los frisos ya no ondulaban, y el mosaico parecía imperceptiblemente girar en espiral como un remolino de agua. Era un efecto genial. Me dirigí a la puerta a mi izquierda que estaba entreabierta. Buenas tardes, dije. Pase, pase por aquí. Escuche una voz femenina venir de un salón a mi derecha. La cuadrada antesala tenia un gran espejo horizontal sobre una de las tres puertas dobles. El espejo pavonado y oscuro estaba inclinado para reflejar el recinto entero. Las cuatro esquinas estaban acompañadas de sillas idénticas de estilo francés, con espaldar de paja y pintadas en dorado.

Antesala

En el centro del cuadrilátero había una mesa del mismo estilo con un tablero de mármol negro. A su centro un gran jarrón de porcelana de Seres con altas plantas secas. Sobre el mármol estaba el aviso con solo la palabra alquilo, en mayúsculas. Una sombra cruzo la luz que provenía de la sala con la puerta entreabierta, me distrajo y encamine hacia allá. Antes de cruzar el umbral de esa puerta, pensé que no me había visto en el espejo cuando entre a la antesala, me pareció extraño, pero lo deje de lado al entrar al salón.

Era rectangular, los mismos tratamientos y detalles decorativos que la antesala. A la izquierda, dos sillones de un cuerpo miraban a una grandiosa chimenea de estilo francés provincial, mas funcional que decorativa. Tres ventanas de doble hoja daban a la calle. A la derecha, tres sillones frente a una mesa de centro en admiración de una arpa dorada en la otra esquina. Sobre un banco estaba una mujer elegante vestida de gris que con un gesto de una mano me indico que me sentara en uno de los sillones frente al arpa.

Salon de musica

Un acorde sonó, seguido por varios mas y después de otros identifique la pieza de Pachelbel, Canon en D. Esta pieza la había escuchado muchas veces durante toda mi vida, llegando a conocerla bien en mis veintes, cuando empecé a amarla. Muchos años habían pasado en el olvido. Era como un nuevo despertar. Al final de tocarla, aplaudí y la mujer me hizo una venia. Poniendo su índice sobre sus labios, entendí que deseaba silencio. Gesticulo que me sentara a su lado en la banca, volvió a iniciar la pieza. Me senté y susurrando me dijo, bienvenido, lo he estado esperando un largo tiempo. Puso su índice sobre mis labios y entendí que no quería que hablara. Mientras tocaba me contó.

Vivo aquí desde niña, mis bisabuelos llegaron y compraron este edificio hace siglos. Toda mi familia ha vivido aquí desde nuestra llegada. Todos los habitantes, somos de alguna manera familia. Hemos mantenido el edificio solo en la familia y los bisabuelos prohibieron la venta el alquiler o el ingreso a extraños. Mis padres eran primos hermanos y cada uno heredo un departamento. Yo soy hija única y soy dueña de dos departamentos. Este y otro en el ultimo piso, que lleva vacío 100 años.

Era alta delgada y con un aire aristocrático. Tenia el cabello blanco y corto detrás de las orejas. Notaba una mujer cuidadosa de si misma y detallista en su presencia y sobria vestimenta. Termino de tocar la pieza y postrando juntas sus manos sobre sus piernas, me miro como para saber si entendía algo de lo que me había contado. Entendía todavía que deseaba mi silencio, pensé que si quisiera mi intervención me lo diría. Se levanto, cruzo el salón y se acerco a una mesa bar al rincón izquierdo del salón. Miro en mi dirección y con otro gesto de una mano me indico que me sentara en uno de los amplios sofás frente a la chimenea.

Tomo un vaso grueso de cristal cortado y sirvió un licor de un decante. Acercándolo a mi me lo entrego. Volvió, y repitió lo hecho, con vaso en mano, se sentó en el otro sofá, levanto el vaso en forma de brindis, mirando la chimenea y sin mirarme tomo el primer sorbo, y descanso su cabeza en el respaldar como en satisfacción. Repetí sus movimientos para ver su reacción.

Tan entretenido con los fabulosos eventos, su cuento y el silencio impuesto, que había dejado de prestar atención a todos los detalles expuestos. Algo que sonaba como una moneda girando vertiginosamente sin parar, era cuando me dijo, “lo he estado esperando un largo tiempo”. La moneda empezó a aminorar su giro progresivamente en su inevitable camino hasta caer en el silencio. Esto me dejo con la interrogante y mas aun un sabor de algo conocido o ya vivido. Era como si entendiera lo dicho, sin tener manera de saber el por que.

Ella seguía en descanso, me imagine que estaría brindándome tiempo para digerir lo recibido. Tomé otro sorbo de licor y decidí no hablar hasta que ella lo hiciera y levantara esa orden de silencio que antes me había impuesto. Esto permitió que hiciera conjeturas que explicaran las posibles razones de mi oportuna situación tan largamente anhelada. La edificación había alcanzado un encanto mas allá de una obra arquitectónica. Su intrínseca belleza aumentada por mi deseo de gozarla habían creado un ser idílico que había sido alimentado por el deseo.

Miraba pero no veía, estaba ensimismado con mis pensamientos. Un acorde del arpa fue el que me trajo a la realidad. Mi anfitriona ya no estaba sentada a mi lado, estaba nuevamente sobre la banca frente al arpa. Ahora tocaba algo que no conocía, pero que tenia un sabor a música infantil, era suave y melodiosa. Me incorpore y puse de pie para mirarla. Volví a sentarme a su lado.

Entiendo que todo esto parecía algo extraño para ti, me dijo. Te he contado un resumen de mi vida en pocas palabras. Te estarás preguntando por que estas aquí. Te explicare, desde niña, viviendo en esta casa, escuchaba a mis abuelos, tíos y tías que el mundo fuera de esta casa era caótico, sucio, impredecible y hasta peligroso. Todo tipo de cuentos sustentaban sus opiniones. Mis primos, primas y yo fuimos educados a la manera de nuestros abuelos con tutores que venían a edificarnos. La niñez paso imperceptiblemente hasta la adolescencia, donde era necesario el contacto con los demás habitantes.

Al ser la menor de mi generación, e hija única, fui la ultima en socializar con extraños. Nuestros padres invitaban a sus amigos con sus hijos a grandes eventos sociales. Los salones y jardines se preparaban con mucha anticipación. Recuerdo con alegría los carnavales enmascarados por donde corríamos por toda la casa y hasta la huerta. Vi a mis primos y primas adaptarse bien a sus excursiones a extramuros. Mis padres, sobreprotegiéndome, impidieron mi gradual adaptación, hasta conseguir que desista de relaciones con extraños.

Es verdad que de niña fui algo enfermiza, pero ya en mi adolescencia, sufría solo esporádicamente de asma, cosa que yo consideraba muy manejable. Esta actitud de mis padres, a los cuales tenia que confiar, nunca creo en mi ningún rencor hacía ellos. Siempre pensé que estaban haciendo lo mejor por mi.

Poco a poco, me acostumbre a jugar sola, estudiaba, leía, tocaba el arpa y el violín y como sin darme cuenta cumplí treinta años. Todo este tiempo, mi sitio favorito para la mayoría de mis actividades era el poyo de esa ventana. A través de ella recibía la luz del sol y la luna, miraba como en una película los quehaceres de los transeúntes. Algunos pasaban inconscientes, entre destinos, otros con mas detenimiento, como gozando de la vida, respirando y observando su entorno. Pocos tomándose el tiempo de estudiar la calle, admirar los detalles y gozar de su existencia. Solo uno de esos transeúntes demostró un interés especial, algo que iba mas allá de lo ordinario. Ese transeúnte, eres tu. Por esa razón te he esperado tanto para brindarte una oportunidad que espero, por lo menos te intrigue y posiblemente no la puedas rehusar.

Entendía, lo que entendía, era poco, pero era algo. Estaba definitivamente intrigado, curioso por saber mas. Había tanto misterio en todo lo que me había sucedido, era casi inverosímil. Mi deseo por ese sitio ofuscaba mi razón, no permitiéndome ser tan cauteloso como siempre lo había sido. Estaba enamorado de esa edificación y no sabia en que situación me estaba involucrando. Todo parecía hecho para mi. Ella era una mujer atractiva, elegante y educada. Yo un pobre empleado publico. Me brindaba acceso a cosas con las cuales yo solo podía soñar encontrar, y menos obtener.

Decidí ser algo cauto, en mi anhelo de conocer mas. Ella había descubierto mi admiración por el edificio de alguna manera. Era verdad que pase por su frente innumerables veces. No sabia que estaba siendo observado y menos con el detalle que le permitiera que le revele este interés. Nunca la había visto, era la primera vez que veía a alguien de su familia en toda mi vida. Ella sabia mas de mi que yo de ella. Esta revelación fue agridulce. Por un lado, estaba alagado por su interés en mi. Por el otro, era algo raro, el que me haya esperado como dijo. Eso, me sonaba como una bola de tenis de mesa que da votes que parecen interminables.

Creo que te he dado mucha historia y necesitas hacer sentido de todo esto. Si te parece, y quisieras volver, solo dile al portero el día y la hora y podremos conversar. Estoy segura que tendrás muchas preguntas. Es mejor que te vayas y vuelvas, si así lo deseas.

Me quede mudo. Tenia toda la razón. Mi cabeza no daba mas. Ella había notado mi desconcierto, y me ofrecía un respiro. Algo que necesitaba, para ordenar mis pensamientos y decidir si la visitaría nuevamente.

Creo que tienes toda la razón. Todo esto ha sido algo muy nuevo para mi, y desearía procesarlo bien antes de comprometerme a algo que no pueda lograr. Haz sido muy gentil conmigo y no quisiera errar en mi proceder al no poder actuar con mas tino. Acepto tu invitación, y cuando este listo para volver, le informare al portero del día y la hora, como sugieres. Ha sido un real placer placer conocerlos. No, disculpa, conocerte. Como veraz, me has confundido y aprovecho para despedirme. Hasta pronto.

Ojala, sea pronto.

Salí a la calle, era repentinamente de noche, el aire seco y algo frio me sirvió para oxigenar mi cerebro y empezar a tratar de entender esa increíble velada. Era como un comienzo de un romance con un ser totalmente desconocido por dentro, pero aquel que por fuera había deseado por tanto tiempo. El edificio había sido el exterior, y ella era el interior. Interesante, cautivadora y misteriosa. Había algo medio tétrico o extraño en ella. Su historia era muy peculiar. No podía superar los encantos de las dos.

Los días pasaron y cada vez que quería ordenar y entender lo pasado, veía su dulce y taciturna cara con una sonrisa que no me convencía del todo. Recordaba detalles de ella y del edificio que no había registrado. Era como si estuviera descubriéndolas de una manera virtual. No recordaba realmente estos detalles que afloraban como agua fresca de un manantial, sin saber su fuente. Me bañaba y reconfortaba en sus frescas aguas. Era como un baño curativo, aunque que después me dejara mas confundido.

No entendía la creciente fascinación que aumentaba exponencialmente cada vez que pensaba en ellas. Era como una droga que encanta los sentidos, pero que hace de uno un cautivo de su consumo. Pensé por momentos, no volver, ni siquiera a pensar en ellas. Presentía que algo no andaba bien. Era muy perfecto. Ya, para estas alturas en mi vida, había aprendido que todo nos cuesta, y lo mas costoso es lo mas preciado. No podía verle las desventajas, eso me preocupaba. Mas bien por momentos sentía que ellas no me dejaban ver los riesgos. Era solo un presentimiento, pero esto me daba mucha ansiedad. Siempre pude encontrarle contras a todo, era una de mis idiosincrasias. Pero, estaba muy ansioso por solo ver ventajas en esta nueva y extraña relación.

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Omaggio a Giovanni Battista Piranesi

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#34

En el interior de un edificio cuadrado monumental estaba caminando por una pasarela voladora seguida de escaleras que me llevaban en ascenso de piso a piso, estaba indudablemente subiendo. El inmenso patrio central mostraba la riqueza requerida para su construcción. Mi paso era lento, observaba desde donde estaba la tremenda altura de mi posición en la edificación. No recordaba cuantos pisos había subido. Mirando hacia abajo, con algo de vértigo, me parecía ver nubes entre donde estaba y el parque en el claustro del edificio.

Esta realización me incremento el vértigo, no sabia como había subido tan alto, sabia que había subido muchas escaleras, pero también había áreas planas en las pasarela voladoras donde hubo momentos de descanso, permitiéndome observar la extensión del magnifico edificio. Sentía que la visita era en una sola dirección. No estaba solo, pero no veía a nadie, sentía que la visita tenia un ritmo, el cual yo obedecía. Había mirado hacia arriba varias veces y parecía que no había techo. Por momentos parecía ver nubes correr entre las grandes paredes.

El interior era variado, áreas con pequeñas ventanas cerradas, otras con gigantescos gobelinos con sangrientas escenas de batallas de caballería e infantería. Aun otras, con grandes puertas de vidrio a través de las cuales se vislumbraba exquisito salones vestidos con finos muebles antiguos.

No sabia a que altura estaba, ni sabia cuanto mas tendría que subir para llegar a la cúspide o el por que de mi expedicion. Mi sensación de vértigo me prevenía de acercarme al borde de la pasarela voladora para ver cuanto tendría que bajar en mi regreso.

Esta nueva preocupación empezó a angustiarme, sabia que tendría que bajar todo lo subido. Mirando en la dirección de la pasarela voladora hacia donde iba, la misma dirección desde el inicio de mi travesía, note que no podía distinguir hasta donde llegaba. De pronto vislumbre que ya no continuaba, que solo la veranda tenia una bola indicando su final y que el piso de la pasarela se acababa.

Acercándome cautelosamente al borde, y mirando con una molestia extrema de vértigo hacia abajo, esperando ver alguna manera de continuar mi camino, no llegaba a ver ninguna salida. Intuia también que no podría volver por el camino que había tomado, tenia que buscar otra salida. Aferrándome con fuerza a la veranda con mi mano derecha llegue casi al borde de la pasarela con la intención de ver si realmente había llegado al final. Con temor y malestar pude notar que no era el fin, había una serie de maderas simulando un enchape sobre una pared.

Después de ponerme de rodillas y echarme boca abajo y acércame al borde, extendiendo mi cabeza pasado el fin de la pasarela, descubrí que era una escalera. Si era una escalera larga, pegada a un lado del edificio, pero no tenia el formato esperado. Los peldaños eran angostos y uno sobre otro, casi como una escalera de emergencia, sin ninguna manera de agarrarse en el descenso. Mas parecía unos bultos sobresalientes de la pared que se perdían en dirección hacia el piso.

Mi molestia y inquietud se intensificaron al ya no poder ver el parque al fondo del interior. No pude ni pensar porque mi destino me hubiera traído hasta aquí. Quería huir, no deseaba el camino porvenir. Consideraba mis opciones, seguir, quedar o tratar de volver. El volver, por algo, sentía una imposibilidad. No sabia por que, pero era casi una certeza.

Quedar, era algo que ya había considerado algunas veces en mi vida. Cuando había optado por quedar en el pasado, había llegado a decidir no esforzarme mas y hacer lo mejor con lo logrado. No quería decir exactamente que me estacaría, pero que el esfuerzo era solo para mantener la inercia y no caer. Ahora me encontraba en esa nueva encrucijada. Pensé como seria mi vida bajo esta opción. Podría ser un guía del camino que había conocido, podría también ser un ejemplo de cautela al no arriesgarme en el descenso peligroso. También para aquellos con mayor ambición, seria un ejemplo de un ser vencido por sus temores.

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Ataduras


Hacía ya algunos años que consideraba llevar mis sábanas, y toallas conmigo. Aplazaba mi decisión por el qué dirán, y porque creía que la búsqueda de la tolerancia respecto de los hábitos de los otros era una virtud. Sobre todo de los hosteleros. Entré a la habitación. Lo único nuevo, aparentemente, era la cubrecama. Había pasado casi un año desde mi ultima estadía. Deposité mi valija sobre la cama sin correr la cubrecama. Es algo que siempre hago en casa para no ensuciarla, porque las sábanas se lavan con mucha mayor frecuencia.

Ropa de cama.

Abrí la valija, extraje mis cosas de higiene en el mismo orden en que las había colocado cuando empaqué. Fui al baño para acomodarlas, lavé mis manos y cara, y las sequé con la toalla mientras aspiraba su intenso olor a limpio. Es verdad que uno espera que al menos las sábanas y toallas estén limpias al tomar posesión de su habitación. Uno sabe que con las cobijas y cubrecamas, muy bien puede no ser así porque suelen tener la misma frecuencia de limpieza que las ventanas y alfombras. Por mi cuenta, mi exigencia se limita a que parezcan limpias.

Valija

Salí a visitar a mis clientes. Cenamos juntos, y discutimos los asuntos de la empresa y con mas interés la situación política que siempre no deja de sorprender. Con mucho entusiasmo mencionaron los avances en la ciudad, la apertura de un centro comercial, el aumento de semáforos de tráfico, tanto como el creciente crimen común. Después de unas copas concluimos nuestros asuntos. Me despedí y regresé al hotel.

Ya en mi habitación, como es mi costumbre, retiré la cubrecama. La coloqué sobre la silla. Retiré la cobija para reemplazarla por la que aguardaba plegada dentro del armario y la estiré sobre mi lecho. Esta rutina, casi un ritual, acostumbraba a brindarme un breve alivio, y amparo. Mi creencia era de que pudiera estar algo más limpia que la tendida sobre la cama.

Me desvestí, y fui al baño a prepararme para dormir. Desde allí aprecié mi labor. Pensé que si me daba frío podía acudir a la otra cubrecama en caso de necesitarla durante la noche. La estire a lo largo del pie de la cama y la desdoblé hasta la mitad. Me deslicé dentro de la cama, cogí entre los dedos la sábana que luego de doblada cubría el cobertor y me cubrí hasta el cuello, en posición fetal, como hacía desde mi niñez. Con la oreja al aire. Empecé entonces a oír los ruidos de la noche. La oscuridad era completa. Gratamente pensé en que dormiría la siguiente noche en mi cama, y me relajé, pero me costó algo dormir.

Sin saber si estaba despierto o ya soñando, sentí unas caricias en mi brazo desnudo, como una mano con un guante que se deslizaba por mi brazo del codo hasta la mano, como las caricias hechas por los padres a sus hijos durmientes. Tiré mi brazo. No volvió a suceder. Algo después, horas quizás, empecé a sentirme restringido. Percibía con los ojos cerrados claramente que estaba en posición fetal, pero el brazo que debía estar libre sobre mi torso estaba casi totalmente inmovilizado y mi mano atrapada entre mis piernas. Algo fácilmente remediable. Me dije. Tiré de ella, pero no conseguía liberarla. Inexplicablemente, algo la retenía.
Habitacion.
En esa oscuridad, decidí estirar mis piernas para así librar mi mano, pero al iniciar el movimiento sentí que uno o mis dos tobillos estaban impedidos de ser separados. Como atados por unos tirantes que corrían por una pierna, el muslo, el abdomen y giraban por mi torso hasta el hombro sobre el que descansaba. Era como si los tendones se hubieran contraído y me impidieran estirarme. Intenté una vez más. Confirmé que no tenía la fuerza muscular para conseguirlo. La tirantez corría de arriba abajo creando una sensación de impotencia alarmante. Tenía que librarme.

Con el poco movimiento que podía permitirme, di vuelta a mi cintura, giré mi torso y mi pierna para terminar en la misma posición fetal, pero del otro lado. Así libraría el brazo donde estuve anteriormente apoyado. No sentía el brazo, no lo podía mover, estaba inhabilitado. Yacía muerto colgando del hombro hacía mi espalda. En mi desesperación, me enfoqué en mis ataduras. Sentí diferentes texturas, unas lisas, otras ásperas. No eran sogas, más bien como vendas textiles.

Conseguí mover el pulgar de mi mano flácida. Regresaba a sentir mi brazo, un cosquilleo lo bañaba. Deduje que había estado dormido bajo el peso de mi torso, algo que conocía bien. Estaré dormido, ¿será este otro de esos sueños?, me pregunté. No importaba. Tenía otras interrogantes más apremiantes. Con mi brazo ya operativo, crucé mi torso, me estiré en la obscuridad y presioné el interruptor de la lámpara de la mesa de noche. No podía abrir los ojos. Fui tomado por el pánico. Aspiré y expiré varias veces, pero seguía parcialmente atrapado. Decidí entonces apretar los párpados y esperar a que pasara la pesadilla. Tenía que ser una pesadilla.

Conseguí abrirlos y cuando se adaptaron a la luz, pude finalmente observar a mi celador, quien me había maniatado. Esperaba por lo menos a un individuo observando mi vuelta a la consciencia después de un riguroso interrogatorio.

A mi sorpresa pude confirmar con pavor que nadie me había maniatado. Que había sido yo mismo el que en mi afán de limitar mi contacto con las indeseables ropas de cama, había caído preso. Sin duda, había luchado casi hasta la muerte.

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El Fin

Sueño mucho y vívidamente. Este tip de sueño ansioso, o mejor dicho pesadilla tiende a terminar mal.

Animacion del sueño.

La elegante ceremonia en la fastuosa edificación gótica estaba por empezar. Todos los participantes en silencio y ordenadamente, como militantes estaban en su lugar. Estaba ahí con ellos, rodeado de hombres y mujeres parados en filas en posición de atención. Delante mío había una mujer con pelo negro recogido en un moño. A mis costados, habiéndolos mirado por el rabo de mis ojos, habían dos hombre, todos vestían el mismo uniforme con saco gris, de cuello alto. Baje la mirada, sin mover un musculo, yo también lo vestía, acompañado de un pantalón negro y botas negras.

La oscuridad de la noche se hacia notar tras las grandes ventanales, las ornamentales lámparas colgantes de muchas luces, acompañadas de candelabros fijos en las paredes, iluminaban la cavernosa sala con dificultad. El silencio era abrumador. Todos en espera de algún pronunciamiento o de instrucciones a seguir. Al extremo opuesto de la sala habían tres grandes puertas dobles cerradas, todos mirábamos en esa dirección. No sabia cuanto mas se extendía la sala a mis espaldas y nuestras filas por temor de voltear la cabeza.

Venetian palace from the 1600 hundreds

TLa gran sala rectangular, me recordaba a una mezcla de lugares que alguna vez había visitado. Tenia un sabor veneciano. Al lado izquierdo tenia puertas de vidrio que daban a lo que en la oscuridad parecía un lago, por el reflejo de la luz de la luna. El lado derecho estaba decorado con grandes gobelinos entre inmensos espejos y candelabros. El techo, por alguna razón extraña, no reflejaba la luz de las lámparas colgantes, parecía como si uno estuviera mirando un cielo estrellado, un detalle que me embeleso momentáneamente y me hizo olvidar todas las preguntas que hasta ese momento tenia. Esto era como si fuera una escena previa a un carnaval.

The rows...

Escuche y confirme que las puertas al fondo de la sala se abrieron y con el sonido de botas sobre el suelo de madera, las filas empezaron a avanzar atravesándolas. Después de unos momentos, nos movíamos también. Al cruzar por las puertas, pude ver con claridad donde estábamos. Era un gran patio interior, ya no de estilo veneciano, mas parecido a un palacio italiano menos suntuoso. El inmenso patio era cuadrado y adoquinado, todo era piedra. Por cada uno de sus lados, entraban las filas que en silencio y ordenadamente se acomodaban en formación. El edificio de cuatro pisos, tenia escaleras amplias en todas sus esquinas. De los cuatros pasadizos del tercer piso, colgaban unas grandes banderolas, todas distintas, casi llegaban al piso.

Al completarse la formación en el patio, y ya en total silencio, escuche el tronar de botas marchar en el pasadizo del tercer piso.

“Descanso y bienvenidos”, una voz femenina exclamo. El ruido de botas y cuerpos girando hacia donde venia la voz, se silencio con todos mirando hacia donde una mujer joven sobresalía en altura, flanqueada de cuatro personas.

“Han penetrado nuestras defensas, debemos prepararnos para batallarlos. Sus capitanes les guiaran, les deseo mucho éxito.” No entendía nada, a que se refería, era esto un juego? Mis compañeros giraban en dirección hacia una esquina del patio, y sin poder entender o escapar fui forzado a seguirlos, ya en modo de muchedumbre. Nos apiñamos a la espera de que todos podamos estar lo mas compactos posible. Éramos muchos, nadie decía nada, todos mirábamos hacia la misma dirección. Al llegar nuevamente el silencio, otra voz femenina dijo, “nosotros tomaremos el flanco sur, nos dividiremos en cuatro grupos, cada uno en cada uno de los pisos. Los que no saben donde ir, suban a los pisos y los tenientes les darán sus ordenes. A sus puestos y que consigamos la victoria”.

They where preparing for battle...

Confundido con lo que acontecía a mi alrededor, mire y busque a quien preguntar que sucedía. Nadie tenia tiempo de hablar conmigo en el apremio por tomar sus puestos. Estando a punto de poder entablar conversacion con un muchacho a mi lado, repentinamente escuche unas ordenes que no pude entender. Súbitamente todo mi grupo corrió y llevándome con el hacia una de las esquinas del patio subimos rápidamente las amplias escaleras y nos encontramos en el corredor del segundo piso.

I approached her...

Apuradamente ingresamos en un salón aledaño, estaba lleno de cajones cargados de armamento y municiones. Esto me dejo helado, me quede observándolos escogiendo sus armas y municiones. Había una mujer algo mayor que también observaba. Tenia una cara dulce y algo helénica, con facciones clásicas y una trenza enrollada en la nuca, me recordaba a una profesora de mi escuela de primaria. Me acerque para ver si ella pudiera aclarar mis interrogantes. No me sentía parte de todo esto, había caído hay por equivocación, probablemente esto era o un sueño o un juego de mi fructífera imaginación. No podía acordarme como llegue a ese sitio y peor a esa situación tan caótica.

Ella se había sentado en uno de los cajones, ya vacío de armas. Le pedí si me pudiera decir que estaba pasando. Me miro sorprendida y después de examinarme bien, dijo, “somos de los últimos de los nuestros, somos un peligro para los otros que desean acabar con nuestra gente y reescribir la historia”. Mientras me explicaba, empecé ha sentir un apego especial a ella, como si le viera algo maternal, al paso de su respuesta, ese sentimiento se incremento. Acepte su respuesta y resignado a esta nueva realidad deje de pensar que todo pudiera ser una treta o un engaño. No pude dudar de su palabra.

...searching for some company and comfort...

Un gran sentido de fatalidad me envolvió, y solo quería buscar el aliento de alguien querido. No estaba preparado para procesar la gravedad de la situación y enfrentar la muy posible derrota y nuestra extinción. Sentí un peso muy grande, estaba solo y triste, quise escapar. Ella vio mi angustia y poniendo una mano sobre mi hombro, tomo mi nuca y apoyando su frente con la mía, suspiro, no temas, no estamos solos.

Esas palabra lograron calmarme y como si en un sueño, todo empezó a oscurecerse hasta llegar a la total oscuridad, nada sucedía, ni ruidos, ni olores, ni sensaciones como si todo se hubiera acabado.

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El acoso de las preguntas

La comunicación humana tiene muchos aspectos que son dignos de reflexión. Es casi inevitable que cuando dos seres humanos se comunican, inician ese intercambio con preguntas. Como estas, tu mujer, tus hijos, etc. Dependiendo del nivel de confianza se puede profundizar. Si fuera que no se conocen, las preguntas son mas limitadas y probablemente mas inocuas, como cual es tu nombre, de donde eres, etc.

Todas las preguntas exigen respuestas, indagan al prójimo, y pueden ser percibidas como indiscretas o inapropiadas. De todas maneras requieren que sean respondidas. Esto le deja al interrogado un sinnúmero de opciones al escoger para contestar. Puede escoger ser extremadamente sucinto, como cuando se pregunta si sabes la hora, y contesta que solo si, sin brindar la información realmente indagada.

También se puede contestar verazmente, pero con algún argumento o tema que continúe la conversación o que la dirija hacia algún sitio, de preferencia del interlocutor. Además, se puede contestar con otra pregunta o aun peor no contestar y hablar de algo enteramente ajeno. Todos estos métodos los aplicamos con cierta destreza. Se bien que cuando me preguntan, esperan una respuesta, a menos que sea una treta para desviar la conversación y ni siquiera escuchar mi respuesta. Esto también lo he presenciado.

Asumo que el que pregunta, tiene realmente deseo de saber la respuesta a su pregunta, y que por consiguiente esta pidiéndome que le entregue esa información que le interesa. Esto sitúa al preguntador en posición de expectativa en relación al contestador. Creo que el contestador esta de cierta manera halagado por el hecho que se la a escogido para informar de algo que preguntador desea conocer.

Este lapso de percibida importancia, se desvanece rápidamente cundo el contestador tiene que escoger como responder. Dependiendo como reciba la pregunta, vera como responde. Si fuera una información de tipo de chisme, por ejemplo, tendría que decidir si seria otro vehículo para su diseminación.

Ahora si fuera una pregunta, la cual va mas allá de su conocimiento, tendría que decidir si pudiera inventar una respuesta o optar por decir que no sabe la respuesta. Esta es la parte de las preguntas que me mas intriga, y que he percibido me causa malestar. No las preguntas, sino las respuestas.

Cuando desconozco la respuesta, tengo que decidir inmediatamente si voy a elaborar una respuesta basada en datos que se bien no darían el resultado correcto. Tendría que también decidir, que si mi respuesta no es creíble, revelaría mi ignorancia del tema, y además la soberbia de tratar de inventar su respuesta. No es una situación ideal.

Es una situación que genera ansiedad. Nadie quiere mostrar su ignorancia. No nos han enseñado a poder decir que no sabemos. Tenemos que saber. Aceptar nuestra ignorancia es demostrar nuestra inseguridad, tenemos que defendernos del acoso de las preguntas.

Para complicar la cosa, si hubiera una tercera persona en la conversación, esta podría ser otro juez a la respuesta, aumentando la posibilidad del descubrimiento. También, podría competir por la respuesta correcta. Si, competir, el ser humano es competitivo, desde niños nos han puesto a competir por todo, y una de las mas crueles formas es hacer una pregunta a un grupo y observar como los que creen que saben la respuesta saltan al ruedo lo antes posible. Por supuesto que desean demostrar su conocimiento y poder ser reconocidos.

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Ángelo en español

Un sueño agradable

Animación usando Flash.

La mañana era fría, no en el medio del invierno, sino con sabor a primavera, me acompañaba un amigo. Los rayos del sol apenas empezaban a iluminar los techos de los medianos edificios del casco antiguo de esa cuidad europea. Las angostas calles monótonas en su color grisáceo aumentada con el húmedo adoquinado hacían un marco perfecto a la amarilla luz en los altos de las fachadas y un cielo azul donde corrían rápidamente nubes delgadas blancas.

Mientras me entretenía con esas efímeras vistas, caminaba como conociendo el camino, la ciudad, mi destino y a mi amigo, sin pensar mas ni preocupaciones. Habíamos caminado largo, respetábamos el silencio de la ciudad agregando el nuestro, no recordaba haber cruzado palabra con el. Era como si fuera mi sombra. Empecé a desconocer la calle donde estábamos, quizás en mi embeleso con los detalles anteriores, no había percibido realmente donde estaba. Mire hacia todos lados, nada era conocido. Al final de la cuadra, en la dirección que caminábamos, parecía haber un claro, como si hubiera mas espacio entre las edificaciones permitiendo filtrar mas luz matutina. Iríamos hacia allá en búsqueda de algo conocido.

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Caminando los las frias calles

La mañana era fría, no en el medio del invierno, sino con sabor a primavera, me acompañaba un amigo. Los rayos del sol apenas empezaban a iluminar los techos de los medianos edificios del casco antiguo de esa cuidad europea. Las angostas calles monótonas en su color grisáceo aumentada con el húmedo adoquinado hacían un marco perfecto a la amarilla luz en los altos de las fachadas y un cielo azul donde corrían rápidamente nubes delgadas blancas.

Mientras me entretenía con esas efímeras vistas, caminaba como conociendo el camino, la ciudad, mi destino y a mi amigo, sin pensar mas ni preocupaciones. Habíamos caminado largo, respetábamos el silencio de la ciudad agregando el nuestro, no recordaba haber cruzado palabra con el. Era como si fuera mi sombra. Empecé a desconocer la calle donde estábamos, quizás en mi embeleso con los detalles anteriores, no había percibido realmente donde estaba. Mire hacia todos lados, nada era conocido. Al final de la cuadra, en la dirección que caminábamos, parecía haber un claro, como si hubiera mas espacio entre las edificaciones permitiendo filtrar mas luz matutina. Iríamos hacia allá en búsqueda de algo conocido.

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La plaza

En espera de mi amigo decidí acércame a verlo cruzando por el medio de la plaza. Mis pasos crearon un echo que pensé podría despertar a los residentes, pero me di cuenta era yo solo el que lo escuchaba, estaba muy consciente de ser el único individuo ahí. Acercándome al coche, escuche un sonido metálico hacienda contacto con la piedra del piso, como si una herramienta se le hubiera caído de la mano a alguien. Sabia que el sonido había venido de la dirección general del coche. Seguí avanzando.

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La niña

De pronto vi a un hombre incorporarse y aparecer por detrás de la parte posterior del coche. Tenia el fierro de aflojar las tuercas de los neumáticos en su mano izquierda. Nos miramos sorprendidos de vernos tan cerca. Momentos después, bajo su cabeza en signo de venia, algo que entendí un saludo y mas aun una aceptación de mi presencia. El hombre volvió desaparece tras el coche, asumí que cambiaba un neumático. Continúe mi acercamiento al coche.

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Se esconde

Repentinamente en su interior vi movimiento, bajando la ventana de atrás apareció una niña de cara muy dulce, casi sonriendo dijo Ángelo. Pensé que se dirigía a alguien que había visto a mis espaldas, pero me miraba a mi. Abrió rápidamente del coche y como una brisa voló hacia mi, pasando a través mío y despareciendo a mis espaldas. Nunca había sentido cosa igual. El hombre parado detrás del coche había presenciado todo y me miraba con una sonrisa aprobatoria, como si entendiera los sucedido.

Di unos pasos mas para acercarme suficiente a el para indagarle sobre lo experimentado. Antes que pudiera hablar, me dijo, ella es una persona especial, ve cosas, sus sentidos son muy agudos. Quien es Ángelo? Le pregunte. Es un amigo muy especial de ella, lo llama la persona mas bella, siempre habla de el. La niña volvió y parada junto a mi me dijo, me podría ir contigo, puedo cocinar, lavar y acompañarte. no entidad bien sus palabras, el hombre nos miraba y en mi confusión lo mire a el. Me dijo, ella es muy Buena, puede hacer lo que promete, parece que tu le gustas. Por que yo, ni me conoce, dije.

Eso solo lo sabe ella, sabes lo que significa Ángelo? Me pregunto. Creía que sabia, pero decidí decirle que no para que me explicara. Ángelo significa Ángel, si ella quiere irse contigo, es por que ella te ha escogido. No entendía, quise entender, la cabeza no me daba y desperté.

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Lo llama

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El pozo y la serpiente

El pozo

El oscuro y profundo pozo protegido por el bosque que lo rodeaba dormía un largo sueño en el olvido. La frescura de sus aguas no habían saciado ninguna sed por demasiado tiempo, era como si estuviera destinado a secarse para siempre.

La sedienta serpiente con su olfato agudo, desde lejos reconoció la dulzura de sus aguas, y sigilosamente se acercaba a el pozo en busca de sosiego. Confiada en sus sentidos, sabia que no podría estar equivocada, no podía ser un espejismo, su existencia dependía del éxito de este uno de sus últimos esfuerzos en saciar su sed.

La serpiente

Al transcurso de su calculado acercamiento, confirmaba con mas certeza la procedencia del perfume del pozo, era como que podía sentir la frescura húmeda de sus aguas. Aun, que el ambiente no era cálido, ella podía percibir hasta la temperatura fresca de las aguas. Esto la animaba aun mas en su búsqueda.

Cuidando que su deslizar no alterara de ninguna manera el ámbito, hizo lo necesario para no hacer el menor ruido. Sabia que estaba muy cerca. Tenia que ser cortes y demostrarle al pozo que no era una amenaza. Las serpientes han sido culpadas del mal, todos somos capaces del mal, como del bien. Que culpa tiene la serpiente.

La serpiente observo e investigo los bordes del pozo con detenimiento, gozando esos momentos, sabiendo que estaba ya muy cerca de poder beber y calmar su sed. El pozo, inmóvil permitía a la serpiente desplazarse por sus bordes como si no notara su presencia. La serpiente sabia bien que el pozo podría despertar de su sueño y molesto podría cerrarse e impedirle la bebida que tanto necesitaba.

Ella tenia que congraciarse con el y respetuosamente pedirle beber de ellas. Su delicado movimiento no despertaba al pozo, y empezó a indagar las posibilidades de penetrar el pozo para poder finalmente beber. Ella era larga y suficientemente fuerte para ingresar con parte de su cuerpo, dejando su cola bien anclada fuera, por si tuviera que retirarse rápidamente. Inicio su descenso al pozo usando sus habilidades de poder sinuosamente trasladarse en casi todo tipo de terreno. La humedad de las paredes del pozo hacían que su progreso sea mas cuidadoso. La fricción que su cuerpo creaba contra las paredes del pozo iniciaron el despertar del su largo sueño.

Tanto tiempo había pasado que esta visita trajo recuerdos gratos de poder compartir sus riquezas con su nuevo visitante. La serpiente empezó a sentir un vaho tibio venir desde las entrañas del pozo, era algo que entendió como una bienvenida. Este entendimiento le permitió compenetrarse en las profundidades del pozo y poder beber su néctar.

Lo que el pozo no recordaba después del letárgico despertar, era que su papel en el universo era tan importante o insignificante como el de cualquier otro ser, y que a veces solo toma un breve encuentro para recordárnoslo.

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La expedición

Las conversaciones, los planes, la anticipación y los preparativos en completar esa expedición que ya tenia fecha fija, nos tenia muy ansiosos. Habíamos hecho expediciones antes, pero como esta nunca. El destino era nuevo y desconocido, el equipo estaba conformado de miembros de diferentes edades, desde una infanta de meses hasta una septuagenaria. La responsabilidad, aun que dividida entre todos, pesaba fuertemente sobre ellos los encargados.

Largos meses de coordinación estaban ya por detrás. Listas de lo esencial a llevar, se hicieron, revisaron y volvieron a revisar, para asegurarnos de no olvidar nada, y menos llevar algo superfluo que hiciera la travesía mas ardua. Sabíamos bien que el camino, o en verdad la travesía hacia el destino no seria lo mas desafiante, sino la estadía en ese lugar tan foráneo.

El vehículo que nos transportaría fue también revisado con detenimiento para asegurarnos un pasaje sin incidentes. Revisamos los espacios de las bodegas para cerciorarnos de obtener la mayor capacidad de volumen para nuestras necesidades. Días antes de la partida, objetos ya confirmados como esenciales de uso general empezaron a poblar las bodegas del vehículo.

La carga se dividía en tres tipos. Los objetos de uso general, los de sustento alimenticio y los objetos personales. Los de uso general ocuparían casi todo el espacio. Los alimentos serian los segundos en volumen. Finalmente, cada tripulante tenia un límite de cosas por llevar. Afortunadamente el destino no requería vestimentas gruesas, pero si algo protectoras de la piel. Este era el desafío del lugar al que íbamos.

Temprano el día del viaje, preparados mental y físicamente, como un reloj cargamos los alimentos y objetos personales y con mucha anticipación montamos el vehículo e iniciamos la expedición sin contratiempo. Todos en nuestros puestos, vimos el paisaje campestre correr a lo largo del camino, después de salir de la ciudad. Los campos verdes sembrados contrastaban con el gris y negro del asfalto ciudadino. El vehículo se comportaba como esperado.

Horas después de la partida y deseosos de un descanso, encontramos un cafetín en la carretera donde paramos a comer algo y a estirar las piernas. El día estaba brillante, el sol incandescente, la humedad abrumadora y el calor insoportable. Afortunadamente tanto el vehículo como el cafetín gozaban de aire acondicionado. Esto era casi de rigor en estos lares. A partir del mediodía hasta la puesta del sol casi nueve horas después, era recomendable refugiarse del sol y de su radiación de rayos ultra violetas. Las advertencias de sus posibles efectos en la piel y la vista, eran ya conocidas y aceptadas por la gran mayoría de la población.

Eran las 2:30 de la tarde cuando reanudamos el camino. Tuve que salir anticipadamente a encender el vehículo y esperar que el sistema de aire acondicionado refresque la cabina antes de continuar el viaje. Momentos después enrumbamos a nuestro destino. El viaje tomaría solo unas pocas horas mas.

La tripulación consistía de cuatro adultos, tres de mediana edad, dos mujeres y un hombre, acompañados de una mujer de edad mayor y una infanta de meses. Estos dos últimos pasajeros, por sus edades requerían cuidados especiales, tanto como para desplazarse como para los alimentos y los azotes del medio ambiente. Todos estábamos muy conscientes de la importancia de mantenernos como mínimo bien hidratados. Sabíamos que esa era una responsabilidad no solo personal, sino que deberíamos asegurarnos que los demás también lo hicieran.

A nuestra llegada al refugio que habíamos alquilado hacia casi un año, descargamos el vehículo y pasamos esa tarde acomodándonos. Como todo sitio nuevo, tuvimos que arreglarnos, el espacio era limitado. El refugio tenia las comodidades esenciales. Los artículos personales a los cajones, la comida a la despensa y el refrigerador, los objetos de exteriores bajo el porche, protegidos de la lluvia.

Cenamos temprano sabiendo que el día siguiente seria largo de exploración. Descansamos largas horas. Al despertar tomamos un generoso desayuno, contando con que donde íbamos, no tendríamos manera de preparar una merienda satisfactoria.

Después del desayuno nos preparamos para salir. Con el cuidado necesario de aplicar generosas dosis de bloqueador sobre toda piel que estuviera expuesta a la radiación solar. También vistiendo ropas delgadas que dejen pasar el calor corporal y que por lo menos sirvan para bloquear algo la radiación. La elección de calzado es primordial. Un calzado que expone la piel es inapropiado ya que tendríamos que recorrer un largo trecho para llegar a nuestro destino.

Preparamos una merienda ligera en la eventualidad de permanecer mas del tiempo pensado y desear comer algo. Los objetos que deberíamos llevar estaban ya acomodados en mochilas, bolsas y en una carretilla especialmente diseñada para esta etapa de la travesía. La merienda, fruta y bebidas en una hielera agregaban peso a la carretilla. Con gorras, anteojos oscuros, apertrechados y deseantes de esta aventura enrumbamos hacia ella.

Yo jalaba la carretilla que sorprendentemente se deslizaba con facilidad ya que el terreno bajo nuestros pies era duro y firme de tierra, con una pequeña pendiente a favor nuestro. Caminamos por un tiempo escuchando solo el viento y un casi inaudible rumor rítmico que sabíamos venia de la dirección en la que caminábamos. Este sonido se incrementaba mientras nos acercábamos a el. Ahora sonaba como si un felino estuviera golpeando a una presa muerta con una pata, jalándola y devolviéndola, para volver a jalarla.

El piso bajo nuestros pies empezó a transformarse de un piso firme a un polvo fino, para terminar en una arena gruesa que cedía a nuestro peso y que dificultaba nuestro progreso. Los adultos podíamos con cierta dificultad avanzar, pero la señora mayor empezó a retrasarse, algo que hizo que todos aminoráramos el paso. La infanta algo molesta por este nuevo impedimento, y sintiendo que se hundía pedio ayuda, y consiguió los brazos de una de las dos mujeres.

La duna

Estábamos rodeados de arena, frente a una duna mediana que sabíamos que teníamos que cruzar. El sol incandescente, el calor y la humedad agregaban al malestar general sentido por todos, agravado por el cuadro frente a nosotros. En silencio y con resignación, emprendimos la subida a la duna. El peso de la carretilla se multiplicó con la inclinación de la subida.

A varios metros del ápice, notamos que la brisa que venia del otro lado de la duna hacia que arenas en su curvilíneo filo volaran en nuestra dirección. Paramos antes de entrar en esta zona de arena voladora. Acordamos de cerrar los ojos y labios, y contener la respiración para cruzar este desafío natural. Cubrimos la cabeza de la infanta y hicimos el mismo esfuerzo hasta notar que la arena ya no nos golpeaba.

Estábamos en la cúspide de la duna, abrimos los ojos y soplando la arena de nuestros labios percibimos nuestra meta. El cielo sin una nube estaba cortado horizontalmente por un espejo oscuro que en la lejanía estaba inmóvil, pero que al acercarse a nosotros, golpeaba con fuerza a la tierra como un panadero golpea rítmicamente la masa de pan para suavizarla. La tira y la recoge para tirarla nuevamente, mientras que la superficie resiste sus golpes con resignación.

Cerca de la ladera de la duna estableceríamos nuestro campamento. Primero montaríamos los aparatos para brindarnos sombra y estar fuera del sol. Abriríamos las sillas para poder descansar después del esfuerzo y para pasar las largas horas en ese ámbito. Abriríamos la hielera para beber y rehidratarnos. Miraríamos a ese agreste, desolado e inhóspito sitio y nos convenceríamos que estábamos en un sitio soñado, solo para volver al albergue insolados, cansados y con deseos de descansar para poder repetirlo todo de nuevo por el resto de nuestra vacación en la playa.

La playa

La playa

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