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El acoso de las preguntas

La comunicación humana tiene muchos aspectos que son dignos de reflexión. Es casi inevitable que cuando dos seres humanos se comunican, inician ese intercambio con preguntas. Como estas, tu mujer, tus hijos, etc. Dependiendo del nivel de confianza se puede profundizar. Si fuera que no se conocen, las preguntas son mas limitadas y probablemente mas inocuas, como cual es tu nombre, de donde eres, etc.

Todas las preguntas exigen respuestas, indagan al prójimo, y pueden ser percibidas como indiscretas o inapropiadas. De todas maneras requieren que sean respondidas. Esto le deja al interrogado un sinnúmero de opciones al escoger para contestar. Puede escoger ser extremadamente sucinto, como cuando se pregunta si sabes la hora, y contesta que solo si, sin brindar la información realmente indagada.

También se puede contestar verazmente, pero con algún argumento o tema que continúe la conversación o que la dirija hacia algún sitio, de preferencia del interlocutor. Además, se puede contestar con otra pregunta o aun peor no contestar y hablar de algo enteramente ajeno. Todos estos métodos los aplicamos con cierta destreza. Se bien que cuando me preguntan, esperan una respuesta, a menos que sea una treta para desviar la conversación y ni siquiera escuchar mi respuesta. Esto también lo he presenciado.

Asumo que el que pregunta, tiene realmente deseo de saber la respuesta a su pregunta, y que por consiguiente esta pidiéndome que le entregue esa información que le interesa. Esto sitúa al preguntador en posición de expectativa en relación al contestador. Creo que el contestador esta de cierta manera halagado por el hecho que se la a escogido para informar de algo que preguntador desea conocer.

Este lapso de percibida importancia, se desvanece rápidamente cundo el contestador tiene que escoger como responder. Dependiendo como reciba la pregunta, vera como responde. Si fuera una información de tipo de chisme, por ejemplo, tendría que decidir si seria otro vehículo para su diseminación.

Ahora si fuera una pregunta, la cual va mas allá de su conocimiento, tendría que decidir si pudiera inventar una respuesta o optar por decir que no sabe la respuesta. Esta es la parte de las preguntas que me mas intriga, y que he percibido me causa malestar. No las preguntas, sino las respuestas.

Cuando desconozco la respuesta, tengo que decidir inmediatamente si voy a elaborar una respuesta basada en datos que se bien no darían el resultado correcto. Tendría que también decidir, que si mi respuesta no es creíble, revelaría mi ignorancia del tema, y además la soberbia de tratar de inventar su respuesta. No es una situación ideal.

Es una situación que genera ansiedad. Nadie quiere mostrar su ignorancia. No nos han enseñado a poder decir que no sabemos. Tenemos que saber. Aceptar nuestra ignorancia es demostrar nuestra inseguridad, tenemos que defendernos del acoso de las preguntas.

Para complicar la cosa, si hubiera una tercera persona en la conversación, esta podría ser otro juez a la respuesta, aumentando la posibilidad del descubrimiento. También, podría competir por la respuesta correcta. Si, competir, el ser humano es competitivo, desde niños nos han puesto a competir por todo, y una de las mas crueles formas es hacer una pregunta a un grupo y observar como los que creen que saben la respuesta saltan al ruedo lo antes posible. Por supuesto que desean demostrar su conocimiento y poder ser reconocidos.


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