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La celebración

No recuerdo bien cómo se inició todo este asunto. Cómo un recuerdo, que su origen estaba en un pasado distante al cual mi memoria ya no tenía acceso. Solo recordaba pedazos, que después de algún tiempo pude ordenar en mi mente como piezas de un rompecabezas. El primero fue que un viejo amigo me escribió, después de muchos años, coincidiendo con la mejoría del brutal azote de la primera pandemia de este nuevo milenio. Su comunicación fue breve, explicita, pero no completa…

Carta

Querido amigo, sé que ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que te escribí. Se también que era mi turno el hacerlo, y por eso me disculpo. La vida se nos complicó a todos y espero no lo tomes como ofensa. Ahora, que se ve algo de luz al final del túnel, quería compartir contigo una celebración de vida. Sabes bien que mi familia es extensa y una rama de ésta, ha decidido celebrar la vida con una reunión familiar. Te preguntarás porque te incluyo en esto, pues, es así de simple; la familia no es solo aquellos que tienen lazos sanguíneos, si no también aquella familia que vamos creando a lo largo de nuestras vidas, conexiones, las amistades, etc. Todos acordamos presentar a nuestros candidatos, yo te presenté, y fuiste aprobado. Muchos ya te conocen y fue fácil esa aceptación. Espero puedas venir a celebrar con nosotros y verás muchas caras conocidas. Causó mucha alegría a la familia tu inclusión, muchos desean volver a verte. Piénsalo, y avísame si estás dispuesto. Las fechas no están fijas, pero será probablemente en julio o agosto de este año. Tienes unos meses para pensarlo. Espero tu respuesta, tu amigo Roberto.

…no completa, en el sentido de que era algo nuevo para mi, que significa celebrar la vida, ¿una semana entera en un hotel o casa de campo reviviendo memorias del pasado con gente que no veo en por lo menos cuatro o cinco décadas? No recordaba el haber sido tan cercano a muchos de ellos. Conocí a Roberto a mis dieciséis años, cuando mi familia se trasladó al norte del país. Cursamos juntos el último año de secundaria, y nos hicimos muy amigos; conocí a su familia. Sabía bien que sus apellidos estaban atados a muchas familias viejas de la ciudad, y que había mucho emparentamiento.

PreguntasMi mente inquisitiva empezó a elaborar las preguntas usuales, y a raíz de éstas, muchas otras más. No podía explicarme el porqué me escogió. Nuestra amistad fue breve, quizás dos años. Mi familia se trasladó al gran país del norte, donde he vivido las ultimas cinco décadas. Nos hemos visitado varias veces durante ese tiempo, y hemos hecho algún viaje juntos. Algo particular sobre nosotros, es, que escapa el tipo de amistad donde él vive, y creo que esto es algo que él aprecia.

Pensé inicialmente juntar mis preguntas y como es mi costumbre, hacerlas y tratar de obtener respuestas adecuadas. Formulé varias, como el porqué yo, la duración, el lugar, el tono de la celebración, y hasta la vestimenta. Afortunadamente, me di cuenta que mis preguntas, siendo muy apropiadas para mi, no siempre eran bien recibidas. Mis amigos dicen que soy demasiado analítico, pero si existen las preguntas, tendrán que haber respuestas. Las preguntas pueden ser inocuas, pero las respuestas pueden ser peligrosas. Un ejemplo, ¿Cómo estas? ¿En verdad quieres saberlo? Claro. Acabo de enterarme que me quedan seis meses de vida.

¿Qué hace uno con esa respuesta? No quiero ni pensarlo. Las preguntas deben ser cuidadosamente formuladas, y mantenidas al mínimo. Algo que no está en mi personalidad. Cómo me iría, si hiciera algo distinto, que no indagara, que me quedara tranquilo con la poca información recibida, y aceptar el destino. Era algo que había intentado, sin mucho éxito. Los temores e inseguridades, no me habían permitido aceptar el cambio. Es mi esencia, no aceptar a priori, lo que me dice alguien, lo cuestiono, analizo, y desmenuzo para entenderlo y quizás aceptarlo. Ese rechazo a las verdades de otros, ha sido una característica de mi personalidad para poder llegar a mi verdad.

Tenía tiempo para decidir qué estrategia seguir. La conocida inquisición, o la incomoda aceptación. Roberto, conociéndome bien, estaría esperando de mi la primera. Era tiempo de sorpresas. Con unos meses por delante, no solo tendría tiempo de declinar o aceptar la invitación, si no también cómo lidiar con la información recibida. Días mas tarde, después de hacer un esfuerzo sobrehumano para no pensar en los datos ausentes, decidí aceptar todo lo propuesto. Respondí a Roberto lo siguiente:

Querido amigo Roberto, después de pensar a fondo en tu invitación, como sabes que lo haría, la acepto incondicionalmente. Te quiero agradecer de antemano el honor que me brindas por esta inclusión con los tuyos. A la espera de los datos adicionales, tu amigo Manuel.

Tres ansiosas semanas transcurrieron hasta recibir la invitación formal para la celebración. Parecía un parte de matrimonio:

Estimada familia,
InvitaciónHemos acordado celebrar el cariño que nos une con una reunión familiar el día veintiuno de setiembre del año veintiuno, a las once de la mañana, en la casa de campo del bisabuelo.
La celebración se iniciará a la hora indicada con un brindis seguido por un almuerzo y actividades a ser detalladas pronto para fomentar la interacción de los asistentes.
El albergue en la casa y cabañas aledañas estarán a disposición nuestra y esperamos puedan quedarse unos días con nosotros. Favor de avisar su llegada para acomodarlos en sus habitaciones con tiempo.

Al recibir ésta, nuevas preguntas surgieron, y agregadas a las iniciales, más motivos de ansiedad. Nuevamente traté de olvidarlas y confirmar mi asistencia. Dos días después de recibir la invitación, le escribí a Roberto:

Roberto, me honras con invitarme a un evento familiar tan especial. Allí estaré a la hora acordada. ¿Cómo hago para el alojamiento? Bien sabes que vendré de lejos. Llegaré la noche anterior. Sabes bien que me preocupo por todo. Acuérdate de decirme que vestimenta, y cuantos días ustedes se quedarán.

Pasaron unos días, y recibí las respuestas, algunas directas, otras indirectas. Sabía muy bien, que el se encargaría de los detalles de mi llegada a esa ciudad. Mandaría un chofer a recogerme del aeropuerto, y me esperarían en la casa de campo. Estarían cuatro noches, y esperaban lo mismo de mi. Ahora, solo quedaba la espera y anticipación del viaje. Días antes prepararía mi equipaje, y saldría con el tiempo anticipado al aeropuerto, en camino de esas tierras alguna vez conocidas.

Con equipaje listo, y documentos de viaje en mano, miraba por la ventana la llegada del auto, que me llevaría al aeropuerto. Desde niño; siempre me entusiasmó los aeropuertos; donde la gente llega y pronto se va. Mi fascinación con la observación; siempre me brindó entretenimiento al estudiar a los viajeros, a veces inventando cuentos y atribuyéndoles con personalidades increíbles.

El viaje fue largo, casi veinte horas. Llegué a las diez de la noche, identifiqué un señor con mi nombre. Pase por aquí Sr., El Sr. Roberto lo espera en la casa. Los típicos cielos grisáceos, con el fresco clima del final del invierno me trajeron recuerdos de mi niñez. Después de media hora cruzábamos un portón. Nunca me había percatado de esta propiedad.

Habían transcurrido casi seis décadas desde la última vez que estuve allí. No reconocía nada. Era como un nuevo sueño, donde todo lo que uno conoce, no es igual, pero con cosas que uno cree conocer. Una casa grande estilo colonial con extensos campos en una loma, rodeada de jardines y viñedos. Llegamos, y procedí al umbral de la casa.

HaciendaParedes blancas, techos altos con vigas expuestas y muebles de madera oscura estilo colonial. Un gran vestíbulo con dos salones a cada lado con doble puerta, uno de ellos parecía una biblioteca. Frente a la puerta principal, había un arco amplio que daba a un patio con un jardín y una fuente de agua. El patio parecía un claustro. Escuché mi nombre; por fin llegaste, bienvenido. Nos abrazamos y besamos efusivamente.

Me llevó a mi habitación, caminamos en silencio por un lado del claustro. Abrió y pasó a través de una de sus angostas puertas. Era una habitación pequeña, casi como una celda monástica. Tenia una cama sencilla, un banco como mesa de noche con una lámpara humilde, una ventana pequeña, una silla en una esquina, y un ropero antiguo que mas parecía un sarcófago. Era la habitación ideal, Roberto conocía bien mis gustos y había escogido muy bien. Luego me dijo, acomódate; y cuando estés listo, ven a la biblioteca donde te esperare para ponernos al día.

Por años, había soñado con pasar un tiempo en un monasterio; donde pudiera reflexionar sobre mi vida, y dedicarme a labores manuales como asistir en la cocina o en el huerto. Todavía no lo había logrado. Me lavé la cara y los dientes, y salí para la biblioteca. Ahí; encontré a Roberto sentado leyendo un pequeño libro con unas gafas de lectura; en la mesa a su lado, su acostumbrado vaso de escocés sin hielo.

SalonMe senté frente a él. Empezó diciendo, espero hayas tenido un buen viaje. Esta noche cenaremos a las ocho y descansaremos porque mañana será un día de muchas sorpresas. Con mi usual curiosidad, será un día sorprendente, ¿para quién? ¿Para todos? Respondía, Eres parte integral de la sorpresa. Te digo esto para que te prepares mentalmente y no te vaya a dar un ataque al corazón mañana. Nada más te puedo decir, ya que hemos quedado en solo revelar tanto.

Pero, pero, Roberto, cómo me haces esto, no podré dormir. He venido desde tan lejos para esta tortura, ¿o es que me estás tomando el pelo, y es una de tus bromas? Ninguna broma o tomadura de pelo, no hay tema mas serio que este. No me preguntes, por que he jurado solo adelantarte esto. No lo hice al invitarte porque pensamos que no vendrías. ¿Pensamos? ¿Quiénes pensaron? Nuevamente no te puedo decir más, no insistas. Tómate un escocés y acepta lo que está porvenir. Empecé a sudar frio y a perderme en mi ansiedad. Roberto notó mi malestar, se levantó y me sirvió un escocés como una medicina.

Lo tomé rápidamente, pero no ayudó en lo más mínimo. Me sentía cautivo y acorralado por una situación que desconocía. Como un animal rumbo al matadero. Dijo, no te preocupes, es algo muy lindo e importante para todos, estoy seguro que estarás gratamente sorprendido, como muchos en la familia.

Sus palabras lograron calmarme algo más. Ya no sudaba, sólo me daba vueltas la cabeza. Roberto me observaba en silencio, como un cómplice de un acto al que el no estaba completamente en acuerdo. Disculpa, pero no había otra manera de hacerlo, mañana verás que es algo que te dará mucha satisfacción. Ahora, será mejor que descanses un poco antes de la cena, Jimena y otra pareja nos acompañará. ¿Qué pareja? Esa es otra sorpresa, este viaje te presentará un sinnúmero de ellas. Nos encontramos aquí a las ocho.

Me levanté, casi mareado, y caminé cabizbajo hasta mi habitación. Me afeité y duché; esperando refrescarme y conseguí un poco de tranquilidad al ver el agua correr. Esas actividades casi automáticas; siempre me ayudaron a conseguir aterrizar y centrarme en lo importante, y dejar de lado aquello que no podía resolver. Me recosté, y como de costumbre, al poner la cabeza en la almohada, quede profundamente dormido.

Me encontré mirando mi reloj. Eran diez para las ocho; estaba ya vestido y sentado en la única silla en la oscura habitación. Me incorporé y salí camino a la biblioteca. La noche había oscurecido todo. El cielo estrellado parecía una bóveda pintada. Era como cuando uno duerme en una habitación distinta; y se despierta y no reconoce ese lugar. Continúe silenciosamente por el claustro; y sobre pare, para observar las estrellas. Había descansado, estaba refrescado física y mentalmente. Sentía como si hubiera dormido por días, o como si estuviera actuando en alguno de mis vívidos sueños.

Continué al sitio de reunión, y antes de entrar escuche voces femeninas. Eran tres mujeres y Roberto. Me quede en el marco de la puerta, ya que dos de ellas me traían recuerdos. Una era la voz de Jimena, la esposa de Roberto, pero la otra que creía reconocer, no la podía ubicar. Ya que no había nadie en el oscuro recibo, decidí escuchar un rato más. Todavía no eran las ocho. Entre a la biblioteca, y reconocí a esa voz que en mi adolescencia había sido la de mi enamorada durante mi estadía en esa ciudad, y hasta después de un tiempo de mi vida en el país del norte. Era Verónica, una amiga mutua.

No conocía a la tercera mujer, parecía como una década menor, pero tenia un parecido extraño Verónica. Al acercarme, las dos me abrazaron y besaron, como si fuera un hermano. La tercera, observaba con una gran sonrisa en la cara. Vi una lágrima deslizarse por una de sus mejillas. ¿Seria tristeza o alegría? Roberto también sonreía. Jimena y Verónica abrieron sus brazos y manteniendo uno de ellos en mi espalda, encararon a la tercera y mirándola, me preguntaron, ¿te acuerdas de ella?

La mire con interés, pero no pude reconocerla. No la conozco, o no la reconozco, disculpen. Recuerden que vivo más de cincuenta años fuera, y esta joven y bella criatura, no he tenido el placer de conocer. Estaba tratando de defender mi mala memoria con halagos; para ver si me dejaban saber quien era, sin pasarme por ese tipo de tortura. Verónica me dijo; no te preocupes, no te haremos sentir mal, es una de mis hermanas pequeñas. Te acuerdas cuando venias a visitarme, ellas nos espiaban y hacían cuentos de hadas con nosotros.

Claro; ahora me acuerdo, ellas tenían como nueve años y nosotros dieciséis. No; ellas tenían doce. Respondió Verónica. Siempre las vi pequeñas. Ella es Lorena. Mucho gusto Lorena; eres tan guapa como el resto de tus tantas hermanas. Mucho gusto Manuel; pero creo que nos hemos conocido y visto antes. Por supuesto; en tu casa, hace mucho tiempo. No creo; creo que nos hemos visto después de eso en alguno de mis viajes a Europa.

Roberto me ofreció un escocés, y todos brindamos por la amistad y la familia. ¿Pasamos al comedor? Dijo Roberto. Claro. Dijo Jimena. Cruzamos el claustro y pasamos otro jardín desde donde se veía un pabellón, parecía una antigua caballeriza, era el comedor y la cocina de la gran casa. El salón era amplio con muchas mesas preparadas para recibir comensales. Éramos los únicos y tomamos la mesa principal cerca de la pared opuesta a las puertas. La chimenea central estaba encendida esperándonos. La mesa era larga, y angosta. Roberto y Jimena a un lado, Verónica, Lorena y yo frente a ellos.

Trajeron unos tazones de caldo exquisito de gallina; y sirvieron unos de los vinos blancos de la casa. La cena, la pasamos reconociéndonos y recordando nuestros días juntos. Me parecía extraño que Lorena recordara nuestras anécdotas, como si las hubiera vivido. En un momento que Lorena se ausento, Verónica en confidencia me conto que Lorena había estado enamorada también de mi en secreto y a su manera. Que ella se hacia historias amorosas conmigo desde el primer día que me vio. Esto, Lorena se lo había confesado años después, y que hasta el día de hoy me admiraba a lo lejos.

Tendría que haber sido uno de esos enamoramientos platónicos, de la niñez. Podría entenderlo, pero por que confiármelo a mi, y ahora. Mi mente recobró su agudeza inquisitiva. Quería hacer muchas preguntas, pero no era el momento, Lorena volvió a la mesa. El resto de la cena pasó desapercibida para mi. Con esa revelación, no pude enfocar mucho de nuestra conversación. Afortunadamente, no requería mayor esfuerzo. Me daba la impresión, que todos ellos lo sabían y mantenían una conversación sencilla para permitirme digerir no solo la cena, sino lo que acababa de conocer.

Al terminar la cena, salimos a caminar bajo las estrellas y en un momento, Lorena y yo quedamos juntos, mientras los demás se habían adelantado. Lorena me preguntó si recordaba las veces que había estado en Europa. Le dije que con nostalgia, las ciudades, los paisajes, comida, cultura y la gente que conocí, eran los recuerdos mas gratos de mi vida. Ella me dijo que vivía en Italia desde sus años universitarios. Después, y sin titubear, me dijo que tenía algo importante que decirme, y que tenía que ser antes del siguiente día. Esta urgencia no era bienvenida. Ella no conocía mi estado perpetuo de ansiedad, pero tenia que escucharla, sea lo que sea.

Verónica te ha contado de mi afección por ti, ¿verdad? Si; mencionó algo así. Bueno; quiero confirmártelo y explicarme. Cuando te conocí, me pareciste el príncipe azul de los cuentos, era una niña, con ideas de niña. Así fue hasta que te fuiste, y me olvidé de ti. Años después; en uno de mis primeros viajes a visitar universidades en Europa, te volví a encontrar en Paris. Tu estudiabas francés. Fue en una reunión en el apartamento de un amigo de mi hermano, que nos vimos nuevamente.

Yo te reconocí inmediatamente; pero tu no. No habías cambiado mucho, pero yo si, ya tenia veinte años. Te dije mi nombre y para ti era como una persona nueva. Dejé que las cosas tomaran su curso. Bailamos, conversamos y la pasamos muy bien. Me invitaste a cenar y visitamos calles, parques y museos. En pocas palabras me estabas enseñando Paris, y como eres al mismo tiempo. Finalmente, estuvimos juntos unos días, y llegamos a hacer el amor. Para mi; había consumado un deseo que desde niña había tenido. Días después partí de vuelta a casa, con la idea de escoger una universidad y volver a Europa.

Mes y medio después; salí en cinta. Por favor no hables y no hagas preguntas, más tarde podrás hacerlas. Decidí tener nuestra hija; sin decirte, no quería trastornar tu vida. Fue una decisión unilateral, que sinceramente no he reconciliado, por que se que como padre tienes todo el derecho a opinar y participar, pero así fue. Tu viaje aquí, de cierta manera ha sido un poco un engaño para poder llegar a este momento con el siguiente propósito.

Quisiéramos, Claudia mi hija, y yo; que celebremos contigo la reunión de padre e hija. Por supuesto que con tu aceptación y espero con tu venia. Claudia llegará mañana, ella tampoco sabe quien es su padre, pero siempre lo ha querido saber. Entiendo que esto es como un baldazo de agua fría, pero no se me había ocurrido otra forma de hacerlo. Tienes toda la libertad de rechazar esta propuesta, y solo quedarte con la información recibida. El día de mañana sería algo dentro de lo expectante, y no un día extraordinario donde una hija conoce a su padre a los treinta años.

No podía creer lo que escuchaba, pensaba que podría ser todo una broma de mal gusto, y al menos una de mis peores pesadillas. Nuevamente empezó a bajárseme la presión, la cabeza me daba vueltas y por poco me desmayo. Lorena vio mi malestar, y cogiéndome del brazo con mucho cariño se dio cuenta de lo brutal de su revelación. Caminamos veinte metros en silencio, mientras recobraba mi aliento. Pensé en preguntar si lo que me había dicho era un engaño, pero desistí. Nadie podría ser tan malvado o ingenioso como para presentar tal rollo.

Lorena me llevó a mi habitación y me dijo. Se bien que esto es sumamente precipitado y que debes estar muy sorprendido. Por favor descansa y piensa si estas preparado para conocer a Claudia como tu hija, o si prefieres posponer, o decidir que no deseas esa relación. Todos respetaremos tu decisión. Si estuvieras dispuesto a ser padre de Claudia, mañana en el desayuno me podrás dejar saber con una sonrisa y una venia. Si no recibo esa señal tuya, las cosas seguirán como son ahora.

Cerré la puerta de la habitación y tuve que sentarme. Las piernas me flaqueaban. Puse mi cabeza como de costumbre entre mis piernas para recobrar el riego sanguíneo a mi cerebro. Momentos después, sin pensar más, y albergándome en esas acciones automáticas de desvestirse y asearse, me encontré en la cama y quede fulminado. No recuerdo cuanto tiempo pasó, pero volví a despertar en la oscuridad. Abrí bien los ojos para cerciorarme que estaba despierto, y quise ver la hora en mi reloj. Prendí la lámpara y e reloj decía 8:47. ¿Como, me había quedado dormido? Roberto me esperaba a las ocho en la biblioteca. ¿Que pasó, me quede dormido?

Con sobresalto puse los pies en el piso. Miré mi reloj, lo traje a mi oído, y no andaba, se había parado. ¿Que hora era? Todo había sido un sueño, un sueño ansioso, pero con un final que quedaba por decidir. Si aceptaba la oferta de Lorena, tendría otra hija, esta de treinta años, con lo que conlleva ese asunto. Tantas variantes. Si rechazaba su oferta, quedaría como un cobarde, a no querer enfrentar una situación que me dio treinta años de gracia.

Fuera, o no, un sueño, era lo que tenía que enfrentar. He llegado a esa conclusión, que mi vida en sueños es mas intensa que mi vida despierto, y por consiguiente vivo las dos, cada una en su mundo. Mi reloj, se había parado antes. Decidí creer los eventos del día, eran parte de mi vida, sin importarme si eran sueños o realidad. Tenía que aceptar o rechazar esa oferta en el mundo en el que fue presentada. Dormiría, y en la mañana tomaría la decisión final.

ComedorDesperté con el ruido de voces en el claustro. Abrí la puerta, solo para confirmar que la familia estaba llegando, y tomando sus habitaciones. Me asee, y fui al comedor para entregar mi decisión a Lorena. Roberto y Jimena estaban tomando el desayuno, leyendo cada uno una revista. Me acerque; y senté con ellos. Verónica y Lorena aparecieron; con una muchacha que me imagine que era Claudia. Se acercaron, y nos saludaron. Lorena me presento a Claudia. Mucho gusto Claudia. Mucho gusto Manuel. Los demás tenían su mirada clavada en mi; esperando alguna señal. Miré a Lorena; y le di la señal de aprobación que ella esperaba.

Al parecer, los demás dieron muestra de entenderla, y de alivio. No sabía la implicación de mi decisión; pero estaba seguro que Lorena me estaba dando una nueva oportunidad de tener una razón adicional de vivir. Más tarde; Lorena me vino a ver para agradecer mi aceptación, y decirme que ya le había dicho a Claudia, y que ella había querido venir a verme. Lorena, le había dicho, que ella tenia que hablar conmigo a solas, antes de enfrentarnos como padre e hija. Le dije; que estaba dispuesto a conversar con Claudia cuando ella lo deseara; y que si hemos esperado treinta años, podemos esperar un poco más.

ManosUn par de horas antes del almuerzo oficial, escuché unos golpes en la puerta de mi habitación. Era Claudia, estaba radiante, como una niña con nuevo juguete, que requiere observarlo, y hallar la manera de jugar con el. Sabía que habrían muchísimas preguntas de los dos, pero teníamos el resto de nuestras vidas para ponernos al día. Claudia me dijo que la familia nos celebraría a los tres de manera especial, por que ahora ella ganaba un padre, la familia un miembro y yo una hija. En ese momento descubrí el amor de una hija, y el de su familia; que hasta mi muerte celebraré.


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