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La Invitación

Le grand restaurant.

Unos días atrás, cenando y conversando con unos amigos, nos contaron una anécdota extraña que no le di mucha importancia, si no fuera, por haberla escuchado días después de otra pareja amiga. Al terminar la noche me quedé pensando en lo sucedido, especialmente, como hubiera yo reaccionado a esa serie de eventos.

Raúl inicio el recuento de los hechos. Noté en la cara de Jimena un gesto de desaprobación. El sabía bien que a ella no le gustaba mucho compartir algo tan íntimo, algo que nos daría una visión de una de sus idiosincrasias. Ella pensaba que el estaba siendo mezquino y que la ocasión merecía el gasto. Raúl quería desahogarse y encontró en nosotros un vehículo. Después nos enteramos que no habíamos sido sus primeros oyentes. El hombre tenía que sacarse la espina.

PSST!

El cuento tenía todos los elementos para ser novelesco, sólo verle la cara a Jimena era un indicio de la cuento por venir. Raúl, no era un hombre que contrariaba a su mujer a menudo, más bien ella mantenía su freno bien apretado. Pero en esta instancia no lo pudo frenar, cosa que hizo el cuento más jugoso, especialmente el que conociéramos a todos los protagonistas. Aquí, muestro mi mal sana curiosidad en un cuento que empezó a convertirse en chisme.

Raúl conto que unos meses atrás recibió una llamada de Guido, un gran amigo suyo, para invitarlo a festejar el cumpleaños de Mónica, su esposa. Este tipo de celebraciones eran habituales entre ellos y un grupo reducido de amigos. Raúl, con mucho entusiasmo le dijo que hablaría con Jimena para ver que no hubiera impedimento y que le avisaría pronto. Guido, le avanzó que la idea era de ir a un restaurante a celebrar. Conociendo bien los gustos de Mónica y Guido, Raúl se imagino que escogerían un restaurante fino.

Unas semanas después de haber confirmado su presencia, en una velada juntos, se enteraron que el restaurante escogido era francés, quizás el mas fino de la ciudad. Mónica quería volver a degustar un plato que había probado ahí, y por esa razón lo escogió. Dicho restaurante cerró sus puertas ya hace unos años.

El esperado día del evento llegó y se reunieron en casa de Mónica y Guido, para hacer los previos, e ir al restaurante en dos autos. Así fue, todos muy contentos allá fueron. Al llegar al suntuoso local, Raúl estuvo muy impresionado con la decoración y el servicio personalizado. Esto fue animando a Raúl en su narrativa, Jimena le puso la mano en la rodilla como para que se calmara.

Todo fue hecho para complacer a Mónica en su búsqueda de exquisiteces gastronómicas y su cumpleaños. Raúl, continuó, tomaron sus abrigos y el maître los guió a un bello salón privado. Otro camarero preguntó, con acento francés, si desearían un coctel antes de sentarse. Tomó la orden y cerrando las puertas desapareció. Permanecieron de pie observando la colección de un artista local en las paredes. Los cocteles llegaron, fueron saboreados y escogiendo sus asientos se sentaron. Los menús con precios fueron entregados a los señores.

Le menu.

El usual estudio de la oferta gastronómica dió su inicio. Mónica dijo, yo he venido por el Tournedós Rossini, fue maravilloso la ultima vez. Raúl se preguntó, ¿cuantas veces había venido a este local? Rápidamente y sin decirlo buscó el plato en el menú, lo encontró y vió el precio, y ¡Dios mío! Con ese dinero alimento a cuatro. Hasta ese momento no había pensado mucho en los costos. Había tenido un indicio al ver el sitio, pero esto era algo mas allá de su nivel de confort.

Miró los precios dos veces preguntándose si se notaría si pidiera el plato más barato, o solo un aperitivo, con la excusa que no tenía mucha hambre, estaba mal del estómago, a dieta, sabiendo que su billetera estaría muy descontenta con ese gasto. Pensó decirle a Jimena que solo pida un aperitivo, pero se dió cuenta que era ya muy tarde. Jimena ya había escogido en público dos platos, y peor, el sabía que ella no compartía su deseo ahorro como él. Además, a ella le gustaba comer rico, y no iba a mostrar que ellos no querían pagar esos precios como todos los presentes.

Les vins.

El somelier entregó la carta de vinos a Guido, y preguntó si tomarían blanco o tinto. Gonzalo dijo, por qué no vemos que vamos a comer, quizás debamos empezar con una de blanco y otra de tinto. Todos estuvieron de acuerdo, excepto Raúl, que solo bajo la cabeza para poder ver los precios, por la posibilidad de hayan bajado. “Gonzalo por que no escoges los vinos” dijo Guido. No, por favor, no Gonzalo, a este le gusta beber los vinos caros rugió Raúl para si mismo. Jimena lo miraba como con placer de verlo sufrir, por lo menos eso era lo que el sentía.

Raúl solo recuerda el final de la cena, no recuerda que comió, que bebió o nada más, solo el momento de recibir la división por iguales de la cuenta. ¡Cuatrocientos dólares, si cuatrocientos dólares, no por pareja, por persona! Casi tuvo que ir a los aseos a recuperarse, revelación que me la hizo en privado.

Jimena trató de disminuir la molestia de Raúl, pero sin éxito. Traté de aliviar su desagrado, diciéndole que ese restaurante era famoso y que era el favorito de mucha gente. Mis palabras no pudieron consolarlo. ¿Raúl, te gustó la comida? “Sí, pero no como para lo que costó” respondió.

La monnaie.

La intención de la celebración fue buena, pero pensar que nuestros amigos desean gastar su dinero en las cosas que nos son placenteras, es asumir demasiado. Por más que tengamos el dinero, me queda claro durante mi vida, que no puedo pedirle a nadie que piense como yo.


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