Desde que me acuerde, tuve fascinación con los disfraces. En mi temprana niñez descubrí esto a través de los carnavales de verano. Los preparativos eran casi embriagantes para mi. Solo pensar en la transformación en un ser distinto del que éramos me intrigaba por las inmensas posibilidades de ejercer otro ego. Eran también fechas festivas llenas de sorpresas. Recuerdo que mis padres tenían fotos de su romance extrañamente vestidos, al indagar, supe que gozaban de esas fiestas paganas y o religiosas.
Mas tarde en mi vida también aprendí que las apariencias “pueden engañar”. No siempre lo hacen. Lo que uno percibe, esta condicionado por sus experiencias. En la casa de nuestros padres, tuvimos una niñez no exactamente convencional. Nuestros padres, creyendo en que la educación era lo mas importante a darnos, nos mandaron a buenos colegios, estos estaban casi fuera del alcance del presupuesto familiar.
Aprendí a vivir con poco. El par de zapatos comprados al inicio del año escolar, tenían que durar los nueve meses del año escolar. No solo durar, sino que tenia que mantenerlos brillantes, bajo las directivas familiares. Tome responsabilidad de esto y mantenía mi uniforme escolar mejor que muchos. No lo hacia por que lo deseaba, lo hacia por temor de parecer pobre. Me hice notar con el cuidado de mi presencia y con actividades preciadas por la sociedad.
En zoología, aprendí de la capacidad de algunos animales a mimetizarse y perderse al ojo del predador. Otros animales usan lo opuesto, en vez de esconderse, ostentan el peligro que causan de muchas maneras. Estas adaptaciones en el mundo animal, las he podido observar también en los humanos. Algunos se esconden otros se anuncian, pero finalmente nadie se entrega sin ofrecer alguna resistencia. Creo que el modelo que yo use, fue variando durante mi vida.
De niño, fui difícil, rebelde, mal estudiante y algo matón. Un día a mis nueve años cambie, algo que alegro mucho a mis padres. Creo que no tenían muchas esperanzas que me fuera bien en la vida. Tenia que cambiar de piel como lo hacen las serpientes. No recuerdo que me motivo a hacerlo, pero tengo algunas conjeturas. Mejore mis calificaciones y trate de portarme bien. Esto tuvo un efecto positivo en los demás, y por consiguiente en mi.
Entre mis doce y quince años, mi actuación era nada menos que ejemplar. Logre posiciones de autoridad y honor en el colegio. Recuerdo admirar a un compañero un año mayor, siempre impecable, zapatos americanos brillantes. Yo hacia lo que podía. Mi presencia era muy importante para mi en esta época, cosa que realmente no ha cambiado durante toda mi vida.
Alguna vez me he preguntado cual es correcto en el dicho, “la ropa hace al hombre, o, el hombre hace a la ropa”. Primero, es importante establecer que es el espectador, la persona que hace el juicio, y no del individuo que la viste. Es obvio que la ropa viste al individuo y que ciertamente dependiendo lo uno viste, es inescapable para la impresión visual que causa en el espectador. Este entendimiento confirmaría la veracidad de la primera parte del dicho.
También habría que considerar que si el hombre viste algo, es el que ha escogido la ropa y por consiguiente la ropa lo refleja. No solo eso, sino que el viene a ser el maniquí donde la ropa cuelga, y dependiendo de cómo la viste, esto impacta el espectador. Este argumento validaría la segunda parte del dicho. En resumen, yo creo que son inseparables, pero que sin el hombre no hubiera ropa caminando sola. Al final de todo, el hombre escoge su ropa como escoge su vida y hace lo que el quiere con ella.
Cuando era niño, la primera definición de habito estuvo atada a las vestimentas de religiosos. Los curas y monjas llevaban el habito de sus ordenes. Era un uniforme como cualquier otro, pero los identificaba con un ser todo poderoso. Esta vestimenta me intrigaba, era antigua y muy peculiar, tenia una autoridad que por un tiempo respete. Respetaba la buena intención del usuario, pero no tanto lo que representaban esas organizaciones. Era un buen disfraz encubriendo todo lo bueno y malo del ser humano. Desgraciadamente exigía una ciega fe en su sabiduría y bondad, algo que poco les vi ejercer. Eran como lobos con piel de cordero.
Después de haber usado muchos disfraces, buenos y malos hábitos, nuevamente me encuentro pensando en cambios. Algunos de los hábitos que me han habitado tienen que ser cambiados por que les ha llegado su hora. Son insostenibles y dañinos. En búsqueda de una nueva piel estoy, se que no será fácil, pero el cambio es inevitable y prefiero bien venirlo que rechazarlo.
Una idea es de dejar de esperar recibir de los demás y darse cuenta que todos estamos hambrientos por atención. Unos son mas obvios que otros. Creo que he intuido, algo tarde, que la pugna por el reconocimiento es uno de los males que afligen a la humanidad. Esa necesidad percibida, nos pone en competencia con el prójimo. Se nota sobremanera cuando, uno conversa con otro, el otro al escuchar lo dicho, se prepara para refutar, agregar o contradecir lo dicho, o aun peor expresar algo enteramente distinto de su interés egoísta. Esto muestra nuestra incapacidad de escuchar y por consiguiente tener interés, entendimiento y compasión por los demás. Solo queremos presentarnos y declarar nuestra relevancia en este mundo, donde sabemos nuestra insignificancia.
¿Si solo se pudiera obtener algo de felicidad a través de el enfoque en los demás y no en uno mismo? Pero eso es lo que dicen los pensadores. Por ahí leí algo así “Si amas a los que te aman, ¿qué beneficio te aporta?” Claro devuelves a alguien que te da, pero es solo retribución, no implica un gesto especial. Esta actitud de dar, no me es fácil. Este deseo de cambio va a requerir un gran esfuerzo, dejar de llorar por las injusticias hacia mi, y reconocer que todos estamos algo comprometidos con esa problemática. Creo que el primer paso será de empezar realmente a escuchar lo dicho y tratar de entender que lo dicho es de alguna manera un llamado a ser amado y no injustamente olvidado.
Como toda buena empresa o travesía a iniciarse, planeamiento es crucial para su éxito. Como mínimo es necesario trazar los puntos de partida y de llegada. El itinerario, siendo recomendable, es solo un esqueleto, ya que la vida me ha enseñado que los mejores planes a menudo salen mal. No solo eso, sino que el camino se hace al caminar y los imponderables harán de nosotros y nuestro camino algo único. Dicen que ningún hombre cruza el mismo río dos veces, porque no es el mismo río y no es el mismo hombre.
He conseguido cierta claridad de conceptos e ideas que durante mi vida han crecido en mi como grandes arboles frutales, unos dulces otros amargos y algunos venenosos. Ahora veo la huerta que sembré y creo poder distinguirlos.
Mis cruces anteriores han llenado mi vida de recuerdos, anécdotas y conocimientos. Recuerdo haber estado en este mismo sitio, eran otros tiempos, con otras metas, pero siempre con un inquietante deseo de resolver cierta problemática. En el pasado, había cosas mas urgentes a resolver, estudiar, trabajar, amar, etc. Ahora, habiendo cumplido de alguna manera con esos acometidos, tengo la oportunidad de regresar a este sitio con una meta mas especifica y con el resto de mi vida para completarla.
El rio me habrá visto muchas veces, con diferentes intenciones y disfraces, me pregunto como me vera ahora, me reconocerá, lo engañara el disfraz que traigo puesto, o vera a través de todas mis intenciones la esencia de mi ser? Mirara en mi a ese niño que al darse cuenta de si mismo, empezó el complejo viaje de su vida? Vera también mis creencias y las juzgara? Estaré desnudo frente a el? Pero quien es el? Otro ser? O soy yo el que lo crea en búsqueda de sosiego? Si, esto es parte de mi credo, soy yo mismo, examinando, cuestionando y juzgándome.
Creo que mas temor tengo en cambiar y convertirme en otro, que quedarme siendo el mismo.
Extraordinario! Me identifico con el camino. Bienvenido!