La realidad
Después de unos largos años de ausencia y de haber trotado por mucho del mundo, me encontraba nuevamente en mi patria natal. Había vuelto casi como un extraño con cierta regularidad. Mi estadía fuera había creado una persona menos atada a sitios, cosas y gente. Esto era acentuado por mi personalidad pragmática y de acuerdo a algunos algo flemática. Uno es como es, y no le es fácil verse como lo ven los demás. Inclusive, hasta la imagen física que tenemos de nosotros, es desconfiable. La obtenemos al vernos reflejados en el espejo. El espejo nos brinda una imagen truncada, la mitad derecha de nuestra cara es la izquierda para todo el mundo que nos observa. Es por eso que no siempre quedamos contentos con nuestras fotografías, así no es como nos vemos.
Inconsistencias de apreciaciones entre lo que uno cree ser, y como lo ven a uno pueden ser abismales. Cada individuo usa sus conocimientos del mundo para categorizar sus experiencias, siendo cada uno de nosotros una experiencia más. Entonces, después de muchas búsquedas, experiencias buenas y malas, me encuentro aquí ahora con algunas respuestas, y afortunadamente con más preguntas que con las que inicie mi viaje en mi vida.
Había llegado a la capital, y después de unos días visitando y socializando con amigos y parientes algo lejanos, una pareja de amigos me invitaron a pasar una temporada en su casa de playa al sur de la ciudad. Sin tener mejores planes acepté su gentil oferta y quedamos en viajar un viernes. Ellos visitan esa casa muchos de los fines de semana durante el verano. Los balnearios formados por estas nuevas urbanizaciones, tenían un ritmo de vida particular. Los fines de semana eran álgidos, las casas llenas de gente, un ambiente muy festivo. Desde el viernes por la noche hasta el domingo de mañana, donde ya muchos emprendían el viaje de regreso a la ciudad para ocuparse de su vida rutinaria.
Acepté la invitación porque además de poder pasar unos momentos agradables en su compañía, también conocería el ritual de la excursión semanal a los balnearios, que muchos de los habitantes de la ciudad habían tomado como una de las actividades favoritas veraniegas. Además de poder saborear el fin de semana, mis amigos insistieron, al ver que no tenia ningún otro compromiso, de que me quede toda la semana. De esa manera no tendrían que cerrar la casa y estarían mas seguros si yo me quedara hasta su vuelta el siguiente fin de semana. Este arreglo me vino muy bien. El balneario quedó vacío, excepto por unas pocas almas a partir del lunes. Solo el rugir del mar, las aves marinas y el revolotear de mis pensamientos eran mis compañeros.
Los días eran templados, una mezcla de sol y nubes, las tardes y noches algo frescas. Era un ambiente ideal para descansar, pensar y reflexionar. La soledad, algo que antes evitaba, era ahora refrescante, especialmente después de un fin de semana lleno de eventos, copas y amistades. Salí a caminar por la playa después del primer café de la mañana. Recordaba muchas partes de mi vida, era como si estuviera haciendo un recuento de ella. Vívidamente recordé mi niñez y juventud dejándome un sabor agridulce en la boca. Decidí anotar algunos pensamientos para explorarlos algo más.
A mi regreso a casa, tomé mi laptop y cree un archivo con el nombre de “vida” y anote algunas ideas para explorarlas más adelante. Me hice otra tasa de café y me senté en la terraza para aprovechar el poco calor que el sol brindaba al final del verano. Me perdí en mis pensamientos o quizás quede dormido. Desperté de mi estupor y fui a darme un baño y a ver donde comía algo. Había visto un restaurante durante las caminatas con mis amigos, y me lo habían recomendado como un sitio cómodo y agradable. Opte por investigarlo.
El restaurante
Me vestí y fui para allá. Miré el menú en una pizarra fuera y servían mayormente platos marinos y algunas carnes. Solicité la mesa en la esquina izquierda del salón. Las paredes estaban decoradas con objetos caseros y marinos. No había mucha luz, la poca que entraba por una claraboya en el centro del ámbito, iluminaba el restaurante, dejando a las mesas en la periferia algo en penumbra. Todavía no habían encendido las lámparas que iluminarían el restaurante por las noches.
Me senté con amplia vista del lugar. En la mesa en la esquina derecha del salón había una pareja mayor, casi no hablaban, no podía escuchar ni un murmullo. Mesas mas adentro, cerca al bar y mas iluminadas, había una con una mujer de pelo largo que me daba la espalda. Cenaba sola. La atendían, con cariño, como si la conocieran. Bebió varias copas de vino. Se levantó y acercó al bar, apuntó a una botella en el último anaquel del bar y le sirvieron una copa. Ella era pequeña, delgada, elegante y bien arreglada. La distancia me impedía identificarla, traté de recordar a las mujeres que conocía que pudieran compartir esos rasgos. No vi cual licor escogió, pensé que podría ser un licor dulce o amargo como digestivo. Asumí que tenia que ser una mujer con una buena experiencia alcohólica o una conocedora de licores.
Al volver hacia su mesa con copa en mano, pude ver su rostro, creía conocerla, pero no podía estar seguro si era realmente conocida, o ese tipo de rostro que recuerda a otros. Dio dos o tres pasos hasta su silla y miró con detenimiento en mi dirección. No podría verme bien, ya que la penumbra era aun mayor que a mi llegada, solo la luz de una vela iluminaba mi rostro. Se sentó y momentos después volvió su cuerpo aun sentada hacía mi dirección. Era posible que alguna vez nos hubiéramos cruzado y hasta conocido.
Volteó y quedó sentada mirando lo que desde mi lugar parecía una revista de modas. Jugué en mi mente con la idea de acercarme y decir algo, que decir, el dilema de siempre. Tomé mi copa vacía y encaminé al bar. Pase a su lado como si no exístiera o fuera ciego, y acercándome al dependiente, le pregunté, ¿me podría servir aquello que le sirvió a la señorita séntada detrás mío? Lo dije suficientemente fuerte como para que ella lo escuchara. El dependiente volvió a alzar su mano y bajo la botella. Pastís, es pastís, un licor de anís francés, me explicó. Muchas gracias, me gusta el anís. Todavía de espaldas a ella, lo degusté. Con la botella todavía en la mano el dependiente la levantó hacia ella en gesto de salud y le dijo, ¿deseas otra copa? Si, muchas gracias. Miré al dependiente y estiré mi mano en gesto de que me entregue la botella para yo servirle. Me miró, la miró y como con su aprobación, me la entrego. Di vuelta y dos pasos después estaba al borde de su mesa, parado muy erguido con botella en mano. Esperé su reacción.
La miré, me miró, y gesticuló ofreciéndome asiento. Puse mi copa y la botella en la mesa, tiré la silla y me senté. Mucho gusto, le dije, ¿nos habremos conocido en alguna vida anterior? Sonrió en silencio. De alguna manera y no recuerdo como, pero tengo un presentimiento que te he visto o conocido alguna vez, reiteré. Tomó el ultimo sorbo del pastís que quedaba en su copa y elevó la copa en gesto de que cumpliera con la razón de haber traído la botella a ella. Disculpa, me he quedado deslumbrado con tu belleza y con ensueños de mi pasado y no te he servido el pastís. Seguía sonriendo. Le serví el licor y alzó su copa como en brindis, alcé la mía y sin chocarlas tomamos un sorbo.
Espero no malinterpretes mis comentarios, no estaba preparado para entablar conversacion alguna. Si deseas, te dejo tranquila, veo que estás muy entretenida con tu lectura, y no quisiera darte una mala impresión. Además quien sabe quien puedes ser. Si fueras una princesa, seria yo un sapo. Si fueras la mujer de un mafioso, me ganaría un contrato en mi vida. Si eres sorda o no entiendes lo que digo por que no hablas este idioma, no quisiera molestarte más. Seguía mirándome con benevolencia. Me levanté rápidamente, devolví la silla a su sitio, tomé la botella y mi copa y casi como bailando, devolví la botella al bar y continué a mi mesa.
Me senté sintiéndome un idiota. Llamé al camarero y pedí mi cuenta. Momentos después, la vi hablar con el, se levantó y vino a mi mesa. En la mano tenía la bandeja con mi cuenta. Tiró la silla opuesta a mi, se sentó y estirando el brazo me la entregó. No entendía nada. Mirándome como si fuera un bicho raro, me dijo, primero, no creo haber malinterpretado tus comentarios, fueron chistosos. No soy princesa, ni mujer de mafioso, o sea que sobrevivirás. Decidí jugar algo contigo, no soy sorda y entiendo muy bien tus intentos de entablar conversación conmigo. Es fascinante ver a un hombre tratar de iniciar algo nuevo con una mujer desconocida. Lo que he venido a decirte, es que no puedo creer que no te acuerdes de mi. Se bien que han pasado muchos años, pero eso es inaceptable.
Empecé a sentirme mal, me culpaba por no recordarla. ¿Quien era, de donde y cuando? Recorrí mis memorias sin éxito, no la encontré. No puedes ser así conmigo, le dije. Como bien dices han pasado muchos años, todos cambiamos, seguro que tu has cambiado mucho, por eso no te reconozco. Lo que pasa es que yo soy mayor que tu y cuando nos dejamos de ver eras una niña, ¿como esperas que te reconozca? Estaba montando mi defensa y hasta una posible ofensiva. No es así, somos casi contemporáneos, dijo ella. Ese argumento no me funcionó. Ella seguía al asedio. Teníamos amigos en común, andábamos a veces en grupo, recuerdo que eras gracioso, deportista y bailabas muy bien, me dijo.
Por fín una oportunidad para contrariarla. Ya vez, me haz confundido con otra persona. Sí, me hán dicho que soy algo gracioso, más del lado tonto o infantil, no gracioso de bromas. Lo de deportista, es cuestionable, depende con quien hables, además dejé de hacer deporte al dejar el colegio. Eso de bailar bien, total equivocación, no solo piso a mi pareja, sino que me piso yo solo y hasta tropiezo. Soy un peligro en la pista de baile. Ya había recuperado algo de control, su acusación me mantuvo cautivo momentáneamente. Opte por estirar la verdad con lo del baile, decidí que era más importante equilibrar su ofensiva con cualquier arma posible. Pensé que de repente ella estuviera jugando conmigo, y que nada de esto era verdad, solo quería ver como reaccionaría. Reconocí esta treta, si es que lo fuera, por que yo también la había usado alguna vez.
Me miró, girando su cabeza, como examinándome, o como buscando indicios de mis mentiras, también reconocí este gesto. Bien, le dije, si es que me conoces como dices, recuérdame algún evento que corrobore tu acusación. Muchacho, no te lo tomes tan en serio. Hagamos esto, tratemos de recordar dichos eventos y cuando aparezcan los compartimos, te parece, pregunto. Bueno, acepto. Ahora, creo que sería mejor que canceles tu cuenta, ya el camarero te está mirando con mala cara. Si por supuesto, saqué mi billetera y la tarjeta de crédito. ¿Eres parte del restaurante? Le pregunte. Solo clienta asidua, me conocen y consienten. Bueno saberlo, no quisiera que el camarero tenga celos de mi. ¿Por que tendría celos? Por que estás aquí conversando con un extraño. Ya te he dicho que tu no eres un extraño para mi. Verdad lo olvidaba.
¿Esta tarjeta de crédito es de un banco extranjero? ¿Si, no la aceptan? No creo, ¿no tienes otra de un banco nacional? No tengo ninguna. Quizás puedes pagar con efectivo, el camarero prefiere efectivo. ¿Estás segura que no estás afiliada al restaurante de alguna manera? Segura. Vino el camarero, ella le entrego la bandeja con la cuenta y la tarjeta de crédito, y con un gesto que créo que el entendió que usara esa tarjeta extranjera. El camarero volvió y me entregó la cuenta a firmar. Ella me dijo, si vas a dejar propina, debe ser no menos del diez por ciento, sino, mejor no dejes nada. Gracias por la información, no estaba seguro del monto a dejar.
¿Por cuanto tiempo te quedas en la playa y donde estas? Me pregunto. ¡Eres bien directa con tus preguntas! Cierto, bien hecho y dicho. Si lo que pasa es que la vida es aun mas efímera aquí en la playa. El año calendario tiene 365 días, la temporada de playa, a lo máximo son 120, entonces todas las experiencias tienen que hacerse con eso en mente. Además, yo no tengo tiempo para perder con un gracioso. Me devuelves el halago, me gusta tu proceder.
Llegué el viernes, a la casa de los Montañe, me dijeron que me quedara, no se cuando regresaré. Bueno, bueno, mucha y poca información, veamos, los Montañe, los conozco más o menos. Estás aquí 4 días y ¿no sabes cuando te irás? Sí, así es, tendré que volver algún día. ¿Volver a donde? Pregunto. Al otro mundo, o a la siguiente dimensión. No te pongas metafísico, que es muy temprano en nuestra relación para ir por ahí. No es metafísica, es una manera figurativa de hablar, además, me dices que me conoces y ahora estás frenando mis impulsos metafísicos. Creo que te empiezo a recordar, eras esa niñita que solo le gustaba que le hablaran como ella quería, ¿esa eras tu? No creo, creo que me confundes con otra. Puede ser, como tu me confundes con otro.
¿Donde es esa otra dimensión de la que hablas? ¿Esta lejos, es alcanzable, podría visitarla? Eres muy inquisitiva, ¿en realidad quieres saberlo?, o es que me estás siguiendo la cuerda como a un loco? Un poco de los dos, ¿te molesta? No hasta el momento, todavía es nuevo y te voy conociendo. Bueno, me vas a decir o es que tengo que rogarte? ¿Me rogarías? No. Me lo imagine. Estoy aquí por que estoy en un limbo en mi vida, he hecho, vivido, soñado, perdido y ganado, ahora sin viento en mis velas, a la deriva. Estoy aprovechando este impase para reflexionar y mirar los hechos de mi vida, le dije. Me parece muy saludable, es algo que debería hacerse mas a menudo, quizás todos los días, tener concepto y realidad de vida, en pocas palabras notar las vivencias. No solo vivirlas, sino saborearlas, las dulces y amargas, hay mucho que aprender de eso.
Pareces ser muy profunda, ¿es verdad o solo postura? ¡Que atrevido! ¿cuestionas lo que digo, creo y siento? Definitivamente, las palabras que salen de las bocas, muchas veces son vacías. No puedo saber si son verdad, el tiempo lo comprobara, sobre tus creencias y sentimientos, los conozco menos y no puedo decir si o no. ¡Eres incrédulo, no crees en el prójimo! No es así, lo que es verdad es que no confió mucho en nadie. Si yo mismo me decepciono de cuando en vez, como puedo confiarle al prójimo y aun menos prometerle algo. La decepción está basada en una frágil dependencia que muchas veces se rompe por promesas incumplibles.
Te has puesto medio serio, no es para tanto. Hablemos de algo distinto, dijo. Por que no me cuentas algo de ti, ¿por que te has cruzado en mi camino? Yo no me he cruzado en tu camino, si bien recuerdas, fuiste tu el que me sirvió el pastís, el que se acercó a mi mesa, el que me habló tonterías y quiso entablar conversación conmigo. Tienes toda la razón, como lo pintas, fui yo el que me crucé en tu camino. Si, así lo veo yo. Pero, fuiste tu la que vino a mi mesa, y hasta este momento, lo único que haz hecho es interrogarme y cuestionar mis ideas. ¿Estarías de acuerdo?
Bravo, muy bien dicho, que manera de poner las cosas mas sucintas y al grano, te aseguro que con esa manerita tuya, debes haber conquistado a muchas mujeres. Ahora, eres tu la sarcástica, en realidad no me ha ido tan mal, pero parece que contigo no funciona. Para nada, creo que regresaré a mi mesa. No lo tomes así mujer, estamos jugando, tanto tu como yo, por lo menos eso es lo que yo estaba haciendo. Si tú no lo hacías, mil disculpas, no fue mi intención ofenderte. Como me estabas dando duro, pensé que siendo como eres no te gustaría que acepte tu castigo, sin defenderme. Pero si no fue así, disculpa y dame una nueva oportunidad de encantarte.
Como dije antes, estoy en una isla, alejado de mi hábitat y en busca de esclarecer los hechos de mi vida. Esto probablemente no me predispone a entablar una relación cordial con tan bello ejemplar femenino, le dije. Creo que ahora vas por mejor camino. No necesitas disculparte, yo también soy directa. ¿Entonces me quieres encantar? Por supuesto, eso no es lo que todos queremos, deseamos gustar a los demás, buscamos aprobación y sentir conexiones humanas, ¿no crees? Si, es verdad, nos va mejor tratando de agradar a la gente que enemistándonos con ellos.
Cuéntame algo de ti, le dije. ¿Algo como que? No quiero hacer preguntas, no me gustan las preguntas, indican que es lo que uno quiere saber e impiden que la otra persona escoja que compartir. Que buena explicación, gracias aprecio tu delicadeza, trataré de usar tu método en el futuro. Ahora la halagada soy yo. Vivo aquí en la playa casi todo el año, voy a la ciudad cuando tengo que ir, prefiero la paz y tranquilidad de la playa, aun en invierno cuando está desolada. No tengo pareja ahora, las he tenido antes, tengo dos hijos grandes, uno en la ciudad el otro en el extranjero. Tengo una posición económica que me permite vivir cómoda, me gusta la música, el cine, el arte y me divierto con mis amigos cercanos. Hay mucho mas pero no quiero aburrirte. No me aburres en lo mas mínimo, me encanta escuchar a la gente mayor.
La noche
Sería mejor que te quedes esta noche a dormir aquí. Hemos bebido demasiado y estaría preocupado si vas a dormir en esa casa vacía. Te invito a quedarte, esta casa tiene muchas habitaciones y puedes escoger la que quieras. Le dije sin titubear ni permitirle ninguna interrupción y mirando atentamente su expresión tratando de intuir su respuesta. Me miró como si fuera la primera vez que había escuchado algo así, y sonriendo me preguntó, ¿eso es lo que quisieras? También sonriendo, le dije, ¿tus padres no te enseñaron a no responder a una pregunta con otra pregunta? Y si, es lo que quisiera. No quedaría tranquilo si te dejara ir sola, sería mejor que estés acompañada.
Me miró intensamente y después de un momento que me pareció interminable, replicó, en verdad a mi no me gusta pasar las noches sola, me da miedo y prefiero dormir con alguien. Yo te protegeré. Con una mirada pícara me preguntó, ¿estás seguro? Haré todo lo posible por no desilusionarte. Le serví la ultima copa que quedaba en la botella y tomando mi copa me paré y le di mi mano en señal de que viniera conmigo a escoger su habitación. Tomó mi mano y como una niña caminó a mi lado. En el corredor habían cuatro habitaciones preparadas para recibir huéspedes. Pasamos la primera, la segunda, sobre paramos un momento en la tercera y vimos la cuarta.
Dio la vuelta, y ahora ella guiándome, me llevo a la tercera. Esta me gusta más, ¿puedo escoger esta? Claro que si, le dije. Que coincidencia, que escojas esta habitación, es en la que dormí anoche. No, no quiero incomodarte. No es ninguna incomodidad, hay otras, no te preocupes. Era una habitación mediana con una cama de dos plazas y un pequeño baño completo. ¿Quieres acostarte? Creo que si, ha sido un día largo y creo que bebí más de lo debido.
Usa lo que necesites del baño y acomódate. ¿Donde dormirás tu? En la habitación al lado, ¿esta bien? Sonriente dijo, no se como decir esto, pero en verdad prefiero que me acompañes. Nos estamos acompañando mutuamente, ¿pero quieres que me quede aquí contigo? Ahora con cara coqueta, me respondió, si, es que sino no podré dormir de miedo, ¿te quedarías conmigo?
Si esa es la única manera para que duermas, acepto. Pero ¿no roncas? Con una risa nerviosa, respondió, no ronco, pero si me muevo algo. ¿Algo? ¿Como un pescado o como un gatito? Más como un gatito. Bueno, prepárate para dormir mientras yo iré a cerrar las puertas y vuelvo pronto. Iré al baño y te esperaré para poder dormir.
Al volver la encontré echada sobre la cama en posición fetal. Había apagado las luces de las lámparas de las mesas de noche, la habitación estaba en penumbra. La luz del corredor iluminaba la cama y su cuerpo permitiéndome mirarla por un momento, hasta que apagué esa luz. Esperé hasta que mis ojos se acostumbraran a la penumbra y entre en la habitación hasta el borde de la cama.
Se había quitado la falda y las sandalias. Tenía todavía puesta la blusa suelta y larga sin mangas que cubría su torso y algo de sus caderas. Su cuerpo miraba la pared al lado izquierdo de la habitación. Entré al baño y me desvestí hasta mi ropa interior. Volví a la habitación la miré y al no ver ningún movimiento, con cuidado me eché en mi lado de la cama. No sabía si ya dormía.
Levantó su brazo izquierdo y estirándolo hacia mi, tomó mi brazo y torso y lo trajo hacia ella, me moví en su dirección. Mi torso estaba pegado a su espalda, mi cara contra su cuello. Lentamente sentí sus caderas y piernas acercase a las mías hasta conseguir un contacto de nuestros cuerpos que iba de cabeza hasta los pies.
Olía su perfume de una manera como nunca antes. Mi brazo lo tenía contra su pecho entre sus senos y mi mano estaba casi en su cuello. Devolví mi cabeza a la almohada y repentinamente me encontré en los brazos de Morfeo.
La mañana.
Desperté. Ella, no estaba. Habría sido un sueño.
Toda mi vida he sufrido de lo mismo. Soy cautivo de la claridad de ellos. Eventos, imágenes, y hasta películas durante el día los impactan con intensidad. Sueño mucho, dos tres y mas veces en una sola noche. A veces, sobresaltado con la intensidad o angustia de uno, despierto esperando romper el hilo. Solo para caer dormido, y continuar donde había quedado. Su intensidad, casi real alimenta mi mente durante el día. Los recuerdo detalladamente. Es como un ciclo que alimenta mi imaginación e impregna mi ser, despierto y dormido. He llegado a dudar, si mis sueños son en realidad sueños, o es que es mi vida, y mi vida es un sueño.
Salí a ver si era verdad.
Ella, no estaba. Busqué por toda la casa. Todo estaba como lo había dejado la noche anterior. Recordé que habíamos bebido vino. Fui a la cocina, miré en el lavabo, sobre las mesas, y nada, ni indicios de copas. Salí a la terraza, hay pudieran estar las pruebas que buscaba. No encontré nada que sustentara mi experiencia. Empecé a pensar que mis sueños nuevamente estaban jugando conmigo. Desistí de mi búsqueda y lo califiqué como sueño.
¿Pero desde que momento? ¿Era todo un sueño? ¡El restaurante! ¿Eso si fue verdad? Había comido, si. Fui en búsqueda del recibo en el bolsillo de mis pantalones, los de anoche. El recibo estaba, no tenia el detalle del consumo, que me hubiera podido indicar si le invite algo a ella. Pero era prueba de algo. Iría en algún momento a preguntarle al mesero si me recordaba, y mas importante, si recordaba mi interacción con ella.
Me prepare el primer café de la mañana, y planeando mi día, no podía olvidarla. Su presencia estaba como un fantasma por toda la casa. Creía, a momentos oler su perfume. Tendría que averiguar con el mesero lo antes posible. Este tipo de intrigante plagaba mi vida. Algo de angustia sentía, al no tener la certeza de la realidad. Termine el café, me vestí rápidamente y salí al restaurante. No podía esperar mas.
Hice una lista de preguntas, en caso que no obtuviera una respuesta satisfactoria. He visto demasiadas películas policiales, es necesario abordar el tema por diferentes ángulos. Llegué a su puerta, eran las 10:40 a.m., las puertas cerradas. Tiré las dos, estaba cerrado. En un marco a lado de las puertas, tenia el horario de atención. “Abierto de lunes a domingo, de 1:00 p.m. a 4:00 pm., y de 7:00 p.m. a medianoche. Cerrado los martes.” Era martes. ¡Joder!
Mis planes, arruinados. ¿Que es eso de abierto de lunes a domingo? Por que no ponen, “abierto todos los días”. ¿Es que hay algún otro día, en alguna dimensión a la que yo no tengo acceso? Que absurdidad. No entiendo, y no quiero preguntar, por no mostrar mi ignorancia. ¿Podría ser correcta esa advertencia? Estaba frustrado, y cuando lo estoy, tengo que desfogarme para calmarme.
Camine cabizbajo y con la cola entre las patas un rato formulando el plan “B”. Tendría que esperar un día para hacer esa averiguación. Podría buscarla por la urbanización. Saldría a caminar por horas esperando toparme con ella. Que pensaría la gente al ver un desconocido, rondar por horas. Sería algo extraño. Tenia que calmarme. No se debe decidir nada apresuradamente.
Por el momento, iría a casa, descansaría, me daría una ducha fría y vería que me depara el destino. Antes de volver, caminé por el malecón para ordenar mi mente. Conseguí, solo momentáneamente, no pensar en ella. Era como si el fuego de mi deseo había sido alimentado. Esto no era nada nuevo. Vivía, ilusionándome. Era una manera de elevar el volumen a una vida unísona. Disfrutaba estas oportunidades.
Volví a casa, y entre una y otra cosa, llegó la media tarde. Buscaría otro sitio donde cenar. Ella también lo haría, si cenara fuera a menudo. Podría volver a encontrarla. El plan “C”, se estaba fraguando. Cuantos sitios abiertos habría. Recordé que los Montañe, me dijeron que solo había tres restaurantes abiertos de lunes a jueves. Solo quedarían dos abiertos. Iría a investigarlos, con suerte la encontraría.
Con el ánimo renovado con esa nueva consigna, tranquilice mis angustias, y hasta sentí algo de optimismo. Pronto iniciaría su búsqueda, ya con mayores posibilidades de encontrarla. Me serví un escocés, que me recordó lo agradecido que debemos estar de poder degustar esa agua bendita procedente de tierras tan lejanas. Tan bueno estuvo, que repetí. Me senté en la terraza, y momentos después soñaba con ella, esta vez dormido.
Ella había llegado y viéndome dormido, se sentó a observarme. Tenia una expresión dulce, como cuando una madre mira a un bebé dormido. No sabía si despertar o no. ¿Podría? Me di cuenta que estaba soñando, algo que tenia que aclarar. Muchas veces en mis sueños miro el mundo con mis propios ojos, otras veces me veo como en una película. Tenia la curiosidad de ver que haría si no despertara. Pero no quería que se fuera.
Traté sin éxito, de despertar. Estaba atrapado por mi sueño. Esta vez no podría escapar. Tuve que presenciar sus acciones sin poder intervenir. Dejé de verla con mis ojos, ahora veía la película. Se levantó y entró a la cocina. Cogió una hoja de papel y escribió, “te vine a ver, dormías, nos vemos pronto. Yo”. Podía ver su mano escribiendo, miraba sobre su hombro. Tomó la nota, y la puso en el sofá a mi lado, y salió hacia la derecha.
Quería seguirla. Nunca me dijo donde vivía. Hubiera podido tocarle la puerta. Buscarla, encontrarla, conocerla mas. Eso quería. Ella consumía mi mente. ¿Me estaba obsesionando? Esto era como una droga para mi, una que me gustaba consumir. Había pasado mucho tiempo que no la usaba.
Quede reviviendo una y otra vez, la escena en la que ella se acercaba a depositar la nota, y con dulzura en sus ojos, elevaba mi esperanza de volver a verla.
Desperté contento, miré el sofá, buscaba la nota. Miré por doquier, sin éxito. ¿Que fue? ¿Ella otra vez, en mis sueños? Desilusión. Habría que volver. Al plan “C”.
La encontré en la cocina comiendo unos pedazos de mango que había pelado. Estaba parada contra la isla de la cocina de espaldas a mi. Me acerqué sigilosamente y parándome detrás de ella puse mis manos en el borde de la isla a cada lado de ella. Buendía, ¿pasaste una buena noche? `Girando rápidamente volteó su cabeza algo hacia mi y dijo, he dormido profundamente pero tuve muchos sueños. Olía nuevamente su perfume por la cercanía. Me encanta, dijo. Quedé perplejo, a que se refería.
¿Que es lo que te encanta? Es algo que recuerdo vagamente en mis sueños, esa frase estuvo muy presente. ¿Algo te encantaba? No se, todavía no me acuerdo. Era algo que escuchaba o más bien venia de mi, como una mantra, repetidamente. ¿Lo escuchabas o lo decías? No estoy segura, estoy poco a poco recordando. Yo también tuve varios sueños raros. Te cuento uno si tu me cuentas uno de los tuyos, le dije. No creo, fueron muy extraños. ¿Tu te acuerdas de los tuyos? Yo usualmente me acuerdo muy claramente los míos. Te prometo contarte uno si tu lo haces también. Tenemos el resto de la semana para comparar, analizar y entender estos sueños.
La dejé y fui a la cafetera. ¿Deseas café? Si por favor, me encanta. Voltee rápidamente y me miraba con otra sonrisa picaresca y coqueta volteando su cabeza para acomodar su pelo. De espaldas a ella, dije, has pensado si nos contamos nuestros sueños? Si tu me cuentas uno de los tuyos primero, yo te prometo corresponderte. No es justo, pero ya que me has ofrecido protección y dejarme dormir acompañada, tendré que devolverte el favor.
Tomando el café, le pregunté como le iba en la vida desde la ultima vez de vernos, tratando de encontrar mas indicios para ver si me pudiera acordar de ella. Bastante bien en unas cosas, mas o menos en otras, respondió. A estas alturas en mi vida es algo difícil estar sin compañero, ya no soy tan joven y bella como antes, seguida por una risa nerviosa. Noté que esta sería una buena oportunidad de contradecirla y halagarla. Para mí siempre has sido no solo bella pero elegante, interesante y algo coqueta. ¿Coqueta yo? No se, no creo. ¿No crees o no eres? Yo nunca me he puesto a pensar en eso. A mi me parece que lo eres, y en momentos bastante coqueta. Me miró y sonrió tirando nuevamente su pelo al lado. Eso que acabas de hacer con tu pelo se podría considerar una coquetería. No, dijo sonriendo. Yo no hago eso. Si lo haces, especialmente cuando estás conmigo, por lo menos yo lo veo así.
¿Todavía no te acuerdas de mi? Preguntó. En verdad, la vejez tiene su precio. Yo tampoco soy el galán que era, y con el pasar de los años he perdido la belleza y encantos, convirtiéndome en un viejo con muy mala memoria. Esas excusas las podrás usar con otras, no puede ser que no me recuerdes. Estaba nuevamente a la ofensiva. Había soñado con una joven, pero no podía saber si era ella. Tampoco había escuchado su nombre en mi sueño. Seguro que estás jugando conmigo otra vez, dijo. Tendría que mantenerla con esa idea, hasta poder reconocerla. Traté de cambiar el tema de conversación.
¿Que fue de tu ultima pareja? Ni hablemos de el. Era muy inseguro y celoso de mi. Creo que con razón, si coqueteas con los hombres. ¡Yo no coqueteo! sonriendo dijo. El fue muy atento a mi al comienzo, después cambió. Ahora que lo mencionas, creo que el tenía celos de ti. ¿De mi, por que? Porque tu siempre fuiste muy atento conmigo. ¿Porque has sido así? Por que para mi además de los halagos que ya te di, siempre respondías a ellos con interés y me daba gusto de atenderte.
Bueno, ahora a contarme tus sueños. No se si deba contártelos, son muy personales. Claro que son personales, pero me habías prometido contármelos y yo contarte los míos, hicimos un pacto. Además, ya somos adultos y es un tema que me interesa sobremanera. ¿A ti no? Bueno, si lo pones así, tendré que cumplir mi promesa, pero muchas veces no los entiendo. ¿Vamos al sillón de la sala para estar mas cómodos? ¡Vamos! Nos sentamos, ella cruzó sus piernas al estilo indio enfrentándome, y jalando su blusa la metió entre sus piernas. Prométeme que nunca vayas a contar esto a nadie. No se porque te lo voy a contar, no debería. Estamos en la misma situación, tu confiarás en mi, yo en ti.
La versión de ella
Recuerdo que después de encontrarnos en el malecón quedamos en reunirnos en mi casa para tomar unas copas. Llegaste puntualmente y estaba lista para recibirte. Conversamos y tomamos una botella de vino blanco, después fuimos a cenar. Estoy recordando lo que pasó anoche para ver si me puedo explicar la naturaleza de mis sueños.
Me parece muy sensato, quizás podremos hallar algunos indicios en lo que pasó anoche, que pudieran esclarecer el por que de esos extraños sueños. Extraños, ¡si, eran muy extraños!, ¿Por que usaste esa palabra para describirlos? Por que, para mi lo fueron y parecían tan reales que no sabía si los había soñado o vivido. Eso es lo mismo que yo siento, dijo ella.
Después de la cena, ya con varias copas, volvimos a esta casa y conversamos y tomamos otras copas mas. Creo que me ofreciste que durmiera aquí para no tener que caminar a casa y después de reusar tu oferta, me convenciste de quedarme. Me dijiste que habían suficientes habitaciones y recuerdo me llevaste a escoger una y así lo hice y me acosté, quede dormida y tuve esos extraños sueños. Aproveche para recordarle, que estaba un poco ebria, y que la caminata a su casa era larga y obscura, y que ella misma me había confesado que temía dormir sola, especialmente en una casa vacía. Si, es verdad, ahora recuerdo haberte confesado eso. Hasta aquí estamos de acuerdo que esos fueron los hechos de anoche. Si, recuerdo que fue así, me dijo.
Dijiste esta mañana que tuviste muchos sueños. Cual me vas a contar? Ay, no se, todos son tan extraños y tan turbios. ¿Turbios? que quiere decir turbios? Ya sabia que me preguntarías eso, fueron sensuales, ya lo dije. Sensuales es bueno, sensuales de manera de los sentidos, ¿como que tus sentidos estaban realzados? No, mejor diría eróticos, pero también algo sexuales. Al terminar de expresarse, se mordió el labio, como si hubiera dicho algo que no debía.
¿Estás seguro que quieres escuchar esto? No se por que me siento tan cómoda contándote esto a ti, es como si fuéramos cómplices, es muy extraño. No siento vergüenza de revelarte mis mas profundos secretos. Los secretos solo son secretos si no los cuentas, esto no creo que pueda considerarse secreto. Además, ¿quisieras guardarlo y no tener el placer de compartirlo? Si, tienes razón, no son secretos, son experiencias que ahora quiero compartirlas, no se por que, y no se por que contigo. Tomó unos cojines los puso tras su espalda y se acomodó casi echada, sus piernas todavía cruzadas.
El plan “C”.
Después de la ilusión. Llegó la desilusión. Tenia que sobreponerme a ese impase. Ella, no estaba. Habría que buscarla, y con suerte encontrarla.
¿Era ella real? ¿En realidad la había conocido? La recordaba perfectamente, y detalladamente cuando estuvimos juntos en el restaurante. No tenia prueba, pero estaba casi seguro de que era verdad. ¿Habría todo sido uno de mis vívidos sueños? ¿Lo estaría inventando todo? No sería la primera vez. Cuando sueño despierto, creo escenas tan convincentes que compiten con mis sueños dormido.
Esta vez, quería creer que fuera verdad. Me estaba obsesionando con algo que hacia mucho tiempo no sentía. Era el comienzo de una infatuación, que pudiera ser mi última. Este fuego, revivía en mi una sensación de bienestar que era extasiante. Deseaba tanto que fuera verdad, que me hizo reflexionar. Estaba como un joven. Cuando realmente, estaba en el otoño de mi vida.
Siempre me había gustado enamorarme. ¿Eso era lo que me sucedía? Llegué a entender que esa sensación, es enteramente egoísta. Uno la siente, la alimenta, y aun puede existir sin una contraparte. Es decir que, es preferible notar indicios de esa sensación en el objeto del deseo, pero no es requerido. Cuantas veces uno desea sin ser deseado.
Muchas veces, había discutido con amigos, el anhelo de enamorarse nuevamente. Por la vivencia que brinda. Es un estado de bienestar coloreado con incertidumbre, pero siempre intenso. Uno siente que atrae a otro ser, y viceversa. Completando los requisitos para que, del deseo surja el amor.
Las horas del día se esfumaron. El sol se ponía en ese horizonte plano del inmenso océano. Basta de reflexión. A ejecutar el plan. Me bañé y vestí. Bebí un escocés, y un segundo. Buscaba encontrar algo de coraje en ellos, en caso de que todo fuera un sueño.
Enrumbé al primer restaurante. Era, ya hora de cenar. Me imagine que las horas de atención fueran limitadas, ya que la demanda es baja los días de semana. Al llegar al primer restaurante lo confirmé. Solo atendían de 7 a 9 p.m.
Ingresé y pedí ver la carta. La revisé, y escogí una mesa que diera amplia vista del único salón. Habían 2 parejas cenando separadas. Había pensado, que para poder cubrir los 2 restaurantes, tendría que ver la manera de dividir mi tiempo entre ellos. Había también ya confirmado que el otro restaurante estaba abierto y tenia las mismas horas de atención. Una hora en cada uno, me rendiría la mayor cobertura posible.
Bebería unas copas con unas tapas en el primero, y cenaría en el segundo. Esperando encontrarla con esa estrategia. Pedí una copa de vino blanco de la casa, y unos mejillones para pasar esa hora en vigilia.
Pasaron los minutos con una lentitud que no había experimentado antes. Hasta la música del local parecía sonar a una velocidad lenta. No se si era así, pero tampoco sonaba mal. Era como si todo se moviera en cámara lenta. Por un instante pensé que estaba dormido y soñando. Ya no podía distinguir entre esos dos estados. Me dije que estaba despierto, para calmar mi creciente angustia.
Cerré los ojos por un instante, y al abrirlos y mirar el reloj de la pared del restaurante, la hora había pasado. ¿Me habría dormido?
Sobresaltado, me paré y fui a la caja a pagar mi cuenta. Ella, no había llegado. Tenia que cumplir con el plan. Salí hacia el segundo restaurante. Me preparé mentalmente para encontrarla ahí. Entré, miré a los comensales. Ella, no estaba.
Desilusionado de no verla, pero con la pequeña esperanza de que llegara, pedí una mesa y la carta. Otra copa de vino y una pasta con camarones, entretuvieron mi mente parte del tiempo de vigilia ahí. Ya eran las 8:30 p.m., solo le quedarían 30 minutos para llegar y cenar. Como es que pudiera ser tan optimista de pensar que eso sucedería. Las probabilidades eran remotas.
Pudiera estar en el primero, yo aquí, sentado esperándola, nunca llegaría. Decidí, volver al primero en caso de que fuera así. Pedí la cuenta, y cuando el mesero se acercaba a mi, tras el, vi una silueta aparecer y después desaparecer, al ser eclipsada por su cuerpo.
Moví mi cuerpo para poder observar mejor. Era una mujer. La distancia no me permitía distinguir sus facciones, y no podía identificarla. Abruptamente me levanté, cosa que sorprendió al mesero. ¿Algún problema señor? Pregunto. No, ninguno, solo que creo reconocer a alguien. Volteo, y dijo. Es la señora de Lucca. ¿La conoce?
En ese instante, me di cuenta que nunca me había dicho su nombre. Yo no la había reconocido. Ella si me recordaba. Ella sabía mi nombre, yo no el suyo. Un momento. Ella nunca había pronunciado mi nombre. Lo recordaba claramente. En mi anhelo de conocerla, y con mi deseo de creer en la gente. Había cometido ese error. Todo su argumento de conocerme era una farsa, o ella me confundía con alguien mas.
Creo que la conozco. Le dije. ¿Cual es su nombre? La señora Sandra, Sandra de Lucca, ella vive aquí en la playa. Era ella, estaba seguro. La reconocía de la noche anterior. No había sido un sueño.
La vi sentarse al otro lado del salón. Pague la cuenta y me volví a sentar. La pregunta ahora era, había realmente interactuado con ella, o esa parte, la habría soñado. No quería hacer el ridículo de acercarme a ella, sin la certeza de que habíamos hablado. Tenia que estar preparado, en caso de que no hubiera sucedido como lo recordaba. Si fuera asi, le diría que me había confundido con su doble. Que la noche anterior estuve gratamente conversando con su hermana gemela, o con un androide suyo.
Estaba en desventaja. Que injusticia. Esperaría que encuentre mis argumentos entretenidos y que de esa manera, me permitiera conversar con ella. Si hubiera todo sido verdad, esperaría que continuemos donde habíamos dejado la noche anterior. Un sentimiento vacío y helado empezó a correr por mis venas.
No recordaba nada después de estar con ella en el restaurante esa noche. ¿Donde fuimos? ¿Que hicimos? Era algo que se me había escapado de la controlada cronología de mi vida. Tenia la tendencia de hacer un esfuerzo por recordar los momentos despierto, para no confundirlos con el caos de los dormidos. Era una de las maneras que usaba para mantenerme precariamente al borde de la locura. Esa sensación la conocía. Era intensa, y requería atención inmediata.
Hice lo que hacia siempre en estos casos. Cerré los ojos, respiré profundamente, y me dije, calma. Hallarás la respuesta, o no, a tu pregunta. Pero no en el estado que estás. Calma. Eso me sirvió para poder volver a operar con algo de normalidad. Me acercaría a ella, y probaría mi suerte y habilidades. Esperé que el mesero se alejara.
Respiré hondo y sin mas ni mas, enrumbe a ella. Me daba la espalda, algo que me permitió acercarme sin se descubierto. Siempre he creído que la sorpresa puede darnos cierta ventaja. Le diría hola. ¿Como estas hoy? Si se acordara de anoche, todo iría bien. Si no, me miraría sorprendida, como se mira a un bicho extraño, y sabría, que no me conocía o no me recordaba.
Con este último escenario, usaría el argumento de la doble, y vería como me iría.
La implementación.
Hola Sandra. ¡Que coincidencia! No sabía que frecuentabas este restaurante. Sin permitirle ni un respiro. Continúe contándole lo bien que lo había pasado anoche con ella. Que después de hablar con mucha gente local, sentía que la mayoría de las conversaciones eran banales. A cambio, la nuestra de la noche anterior había sido refrescante en su profundidad y amenidad. Estaba, sin duda tratando de halagarla. Todo esto lo hice previniendo la posibilidad que no me conociera, y que encontrara mi monólogo por lo menos creativo, y no ofensivo.
Me miraba sin expresión. Escuchándome atentamente. No podía leer, o saber si estaba por buen camino. Esto me desestabilizó, empecé a sentirme como la noche anterior, como un idiota. La diferencia, era que ahora estaba frente a ella. Tendría que recuperar el control, el que se me escurría como agua entre los dedos.
No podía permitir que pasara lo mismo de la noche anterior. Sufro de sueños recurrentes, y no quiero que mi vida despierto también sufra de lo mismo. Recordé una película donde el protagonista se despierta todos los días, solo para vivir ese día nuevamente. Todo esto se me pasó por la mente en un instante. Ella no se inmutaba.
Se me ocurrió repetir la estupidez, que le dije anoche. Eso lo de princesa. Pensé que podría tener el efecto deseado. El de cambiarle la expresión, y que por dios dijera algo. Por fin, vi un lado de su boca tornar hacia una sonrisa que estaba reprimiendo. Por fin pude obtener una señal alentadora, que me permitiera continuar con mas seguridad. Y no sentir que el piso me tragaba.
Estás nuevamente jugando conmigo. Como anoche. Le dije. Casi. Caigo en tu red. Si me engañas una vez. La culpa es tuya. Otra vez. y la culpa es mía. Su cara había cambiado. Era dócil y casi dulce. ¿Me permites sentarme? Le pregunte. Sin palabras, y con un elegante gesto de mano, entendí que lo permitía.
Tenía muchas preguntas. Primero establecer y validar, que lo que recordaba del restaurante era verdad. Que habíamos hecho al salir del restaurante, y finalmente si ella durmió conmigo. La primera era fácil de establecer. Su expresión validaba mis dudas, y confirmaba que nos conocíamos. ¿O no? Su reacción solo confirmaba que estaba entretenida conmigo, no que me conociera y menos como lo recordaba yo. Como saber si todo ese rollo de película en mi mente era verdad.
¿Quieres un pastís? Le pregunte. Pastís. ¿Que es? ¿Como? ¿Me quieres volver loco? Le dije. ¿Por qué? Como que por que, anoche bebimos pastís en el otro restaurante. ¿No recuerdas? Bebí demasiado, no lo recuerdo. Su respuesta me dio el indicio necesario que me conocía y que habíamos estado juntos.
Estoy perdiendo la cabeza, debo beber menos. No se lo que pasó anoche. Dijo. Estarías contenta. La pasaste bien. ¿Te acuerdas de algo? Recuerdo que cené en el Canario, un restaurante cercano, donde me miman. Después de varias copas, un extraño, un señor algo mayor, se acercó a mi mesa, arguyendo de que me recordaba de su niñez. Yo no podía recordarlo. Me invito un licor detestable, que tuve que beber por cortesía.
Insistía que habíamos crecido juntos, y que después de regresar de las minas en el interior del país, estaba buscando respuestas para varias preguntas que tenía. No podía librarme de el. Finalmente, conseguí que el mesero del restaurante me lleve a casa y dormí hasta esta tarde. No beberé nunca mas. Le quedaba un cuarto de garrafa de vino tinto por consumir.
Su versión y la mía tenían similitudes, pero diferencias irreconciliables. Que sucedía. Algo andaba mal. Sabía bien que mi mente siempre jugaba conmigo. Quizás ella sufría como yo. Podría estar jugando conmigo, como lo hizo la noche anterior. Aposté a eso. Esperaba que no fuera como yo, del lado imaginativo. La situación en la que me ponía, desafiaba mi intelecto, y mi sentido de la realidad. Era excitante, pero también incomodo.
No sabía como conseguir que cese de hacerlo, si estaba jugando conmigo. Me encontraba, ya, tan comprometido emocionalmente con esta empresa, que sería delincuente de mi parte no invertir mas en ella. Le dije, que disculpe, que creía que me había confundido, y que me despedía de ella. Así, pensé que forzaría su mano. Lo conseguiría, o me iría sin esclarecer nada. Me levanté y salí vencido del restaurante.
Realmente, quedé inmóvil y en silencio. La miraba estudiándola. No se inmutaba. Impávida me miraba. Alcé mi mano en gesto de obtener la atención del mesero que estaba solo a pasos mío. Si señor. Dijo. ¿Tienen pastís? Fije mi mirada en su expresión. Creí verla parpadear, sus ojos tenían otra forma después del parpadeo.
Si señor. ¿Desea una copa? No, sírvenos 2 copas por favor. Una para la señorita. Señora. Dijo ella. Espero te guste. Anoche conocí a otra señorita que le gustaba mucho. Gracias a ella aprendí algo nuevo a mi vejez. Parecería que tienes algún éxito con las señoritas. Aun mas, aprendes de ellas. Agregó. Seré viejo, pero algo de sabiduría tengo, y no dejo pasar las oportunidades de aprender lo que me interesa.
¿Solo lo que te interesa? Así es, ya no pierdo el tiempo con cosas que no me sirven. ¿Te estoy sirviendo? Me imagino que además de servirte, te intereso. Escuchas muy bien y prestas mucha atención. Demuestras una agudeza de mente que me pareció carecías cuando primero hablé contigo esta noche. Por un lado me halagas, por el otro me criticas.
Lo que pasa es que, no podía entender que no recordaras lo de anoche. Viniste a mi mesa, conversamos largo. Salimos y caminamos bajo las estrellas. Fuimos a la casa donde estoy, bebimos mas y te acostaste en mi cama.
Hombre, que rollo es ese. Parece una película romántica algo cursi. Mencionaste que conociste a una señorita anoche en un restaurante. Arguyes que es mi doble. Yo no soy señorita. No tengo doble, hermana gemela, y ningún androide en el armario. Eras tu el anciano cargoso que se ¿acerco a mi mesa? Muchacho, será esta luz, pero te vez algo mejor.
Bebí unas copas en el Canario. Los dueños son amigos, y Esteban, el mesero usualmente me acompaña a casa después de cenar. Anoche, no recuerdo que fuera distinto. Hubieras podido suplantar a Esteban y llevarme a casa, eso puede ser. Siempre hay estrellas en el firmamento, o sea que eso no lo discuto. Lo de que fuimos a tu casa, bebimos y me acosté contigo, eso lo niego rotundamente. Otra fantasía muy masculina.
Bueno vamos tejiendo la verdad. Lo del restaurante fue verdad. Lo aceptas. Me acerque al bar, el pastís, tu mesa, mi mesa, y el resto. Algo así recuerdo. Dijo. Veamos si podemos probar las otras hipótesis. Tus hipótesis son improbables. Pero mujer, como puedes dudar de esa manera, si no recuerdas si fue Esteban el que te llevo a casa. Bueno, mañana cuando vuelva al Canario, le preguntare y saldremos de la duda.
Bien, y que hacemos con tu pernoctada. No me hables de eso, ya te he dicho que eso no lo hice. No soy ese tipo de mujer, además recuerdo que desperté en mi casa. Lo recuerdas, o estas tratando de hacer esa nueva memoria, enfrentándote a la posibilidad de esa verdad. Dijiste que no recordabas mucho de nada, como puedes estar tan segura.
Era obvio, que se estaba sintiendo incómoda. Su lenguaje físico lo demostraba. Estaba a la defensiva. Algo nuevo en nuestra interacción. Ella era la que me había tenido desbalanceado desde anoche. Ahora era yo el que ejercía el poder. Decidí aminorar mi asalto, y bajar algo la ofensiva.
¿Que sucedió con tu última pareja? Una pregunta indiscreta, que sabía la extraería del asedio de la pernoctada. Me miro seria, y después sonriendo dijo. Eres un zorro, te crees un gato jugando con un ratón. ¿Crees que no me doy cuenta de lo que haces? ¿Qué hago? Sabes bien lo que haces. Cambiar el tema, disipar la presión, para nuevamente mas tarde reiniciar. Conozco bien esa treta. Que zorro eres.
Me había leído como cuento de niños, hasta con ilustraciones. Aproveche para halagarla, diciendo. Nada se te escapa, bravo. Tienes toda la razón. Te veía algo molesta con la pernoctada. Pero eso de que seas un ratón con el que pueda jugar, esta bien demostrado que no es así y debo tener mas cuidado contigo.
La corta tregua.
Llegó el mesero con el pastís. Puso las copas en la mesa. La mire intensamente para ver como reaccionaba al anís. Levanté mi copa en acción de brindis. Ella como sorprendida rápidamente brindó. Espero te guste. A la señorita que conocí anoche, le encantaba. En verdad, fue ella la que me lo hizo conocer. Bueno, basta de ayer, por el momento. Quiero dedicarle el tiempo que me queda para esclarecer nuestras confusiones.
Confundido estarás tu. Yo no, que va. Si crees que conseguirás convencerme de algo que no hice, o no me acuerdo que hice, la tendrás difícil. Además, ya he bebido casi una garrafa de vino, y me das más alcohol. No estarás esperando embriagarme, para aprovechar de mi situación para extraer una confesión. Esa la negaré, como lo hago al estar sobria. ¿Que trago es este?
Sabe a anís.
Si, es hecho con anís.
Esto se bebe, ¿antes o después de cenar? No estoy seguro, yo lo probé por primera vez anoche. No tengo la intención de embriagarte. No existe en mi mente ningún beneficio en hacerlo, pero si podría ver varios maleficios de que estés en esa situación.
Creo que estás jugando conmigo. Entre lo que dices que no me conoces, el pastís, y demás. Quieres que piense que no nos conocimos anoche. Acepto tu proceder, es algo no ortodoxo, en particular si te interesa saber algo de mi. Tu juego, es severo y siento que de repente prefieres que me retire. Por otra parte, el mismo juego, no me libera, y no se que quieres. Es genial.
Escuchaba atentamente mis palabras, como tomando nota de temas a revisar más tarde conmigo. Su expresión no daba señal alguna. La experiencia ha sido emocionante, pero yo necesito que me digas si quieres que te deje tranquila.
Mira, la vida es muy dura para tomársela tan en cerio. Algo de juego es agradable. Haz llegado a mi, fuiste gracioso y ameno, me agrada. Hace mucho que no tengo la oportunidad de ejercer este efecto en nadie. Haz sido un regalo del cielo, vida rutinaria con su sin son monótono. Te he usado para practicar un arte, que casi se me quedaba en el olvido. No te ofendas, es un juego, tanto como el tuyo. Creo que estuvimos jugando los dos.
Una confesión. Aleluya. Tomé un tiempo en procesar lo dicho, mientras saboreaba el anís. Finalmente habíamos atado el primer lazo de confianza. Con ese nudo, podríamos tejer una nueva relación. Mi malestar se esfumó, y tenía un bienestar que bordeaba en una situación de triunfo. Solo había vencido ese sinsabor. No a ella. Tampoco eso era lo que quería. En general me había divertido también. Lo que ella hizo conmigo, fácilmente lo hubiera podido hacer yo. Estaba en mi carácter. Ella me ganó por puesta de mano. Yo tenia otras cosas que arreglar con ella. Por el momento gozaría la tregua y lamería mis heridas.
La mire y su cara era otra. ¿Estas bien?
Si. ¿Y tu?
Yo mucho mejor.
Tienes mejor cara. Estarás mas tranquilo con lo que te dije.
Por supuesto, no solo eso, sino que las piezas del rompecabezas están llegando a su lugar.
Me alegro. ¿Quisieras salir a caminar? ¿El mesero no te lleva a casa?
Por favor. Eso solo sucede en el Canario. Solo ahí me tratan así, y por eso me permito unas copas demás. La vida acá puede ser tan tediosa que uno tiene que hacer algo.
Levantó su mano y pidió la cuenta.
Yo pago el anís.
Pagamos y salimos a caminar por el malecón.
¿Te acuerdas de nuestra caminata de anoche?
No.
Estaría negándolo por que no se acordaba, o por no aceptar que yo le había imputado ese argumento. O peor aun por que estaba ebria, o en estado de actuar sin recordar nada. No me pareció que estuviera ebria. Bueno pero todos nos comportamos distinto cuando bebemos.
Recuerdo que caminamos como media hora por el malecón. Recordé que tienes la manía de darle la vuelta a tu anillo con el pulgar y a veces con la otra mano.
Que fijón eres. Yo no hago eso. Que mas haz notado, seguro que ya tienes una lista. No se si me gusta, que me observen como ratón de laboratorio. Todos tenemos nuestras cosas. Seguro que tu también tienes las tuyas.
Era obvio que había tomado por mal camino. Ella se defendía. Era ella ahora la incomoda. Parece que a la gente no le gusta que se den cuenta de sus manías. Creen que nadie las nota. En verdad, poca gente es observadora. Como he notado en mi larga vida. Si, ya tenia mas de cinco y menos de diez idiosincrasias suyas en mi lista.
Yo no te estudio como ratón de laboratorio, mas como pantera de zoológico.
Que gracioso. No lo hagas, me pones muy nerviosa. Ahora no puedo actuar normalmente, si me observas así.
No puedo dejar de hacerlo, desafortunadamente para los demás, esa es una de mis manías. Es inevitable. Lo que si puedo tratar de hacer, es de no mencionártelo. Si prefieres.
Si, prefiero.
¿Podemos solo hablar del girar del anillo?
¿Como?
He notado que es como una señal que sin querer, das cuando estás incomoda. Lo noté anoche. Lo hiciste varias veces, y pude confirmar que fue en momentos ansiosos por nuestra conversación.
No solo eres fijón. También analizas tus observaciones.
De que sirve observar sin analizar.
Bueno, pero solo del anillo. Quiero saber como funciona tu mente inquisitiva.
Había mordido la carnada. La curiosidad humana es irreprimible. Ella por un lado no desea que el enumere sus manías. Por el otro, quiere saber que mas he descubierto de ella en mis observaciones. Es el ego, el que vence a la humildad. Finalmente quieren saber, por mas malo que sea, lo que uno sabe, o entiende de ellos. De cierta manera se sienten halagados por tener la atención de otro ser.
Durante la noche, noté que rotabas el anillo antes de hablar, como si te ayudara a formular tus respuestas. Lo noté mas cuando estuve monologando, e impávida me mirabas. Era, como si la rotación te proveía el coraje, o la estrategia que necesitabas. Algo como un asistente secreto, o un amuleto protector.
Parece que le has dado varias vueltas en tu cabeza a esto. Que manera de ser analítico. Acabas de mostrarme otra de tus manías. Diría, que bordea la psicosis. ¿Lo haces todo el tiempo? ¿Te das cuenta cuando lo haces? ¿Cómo te ayuda en tu vida? ¿Vez a un profesional?
Quien es el analista aquí? Tantas preguntas. Yo no tengo un anillo, o amuleto que me proteja del acoso de tus preguntas. ¿Eres una profesional en ese campo? O es que, ¿me quieres dar a palos? No creo que puedas hacer ese diagnóstico tan apresurado. Tendrías que verme postrado en el diván, por lo menos dos sesiones mas. Peor aun, pero entendible, que te estés vengando de mi manía de observarte. Montando una contraofensiva.
Que cosa la tuya. Que creativo eres. Que imaginación, y vaya con la lucidez que analizas a tu manera. No solo lo que dije. Si no también mi intención. Es un buen intento, pero no puedes estar seguro de que sea así. Todos observamos, unos mas que otros, yo no tanto como tu. Sobre lo del acoso de mis preguntas, entiendo que son personales. Como te dije, aquí en la playa la vida es comprimida, y no hay tiempo que perder.
Entiendo que la comunicación humana usualmente se inicia con preguntas. Por ejemplo el inocuo. ¿Como estas? Todas las preguntas exigen respuestas, indagan al prójimo, y pueden ser percibidas como indiscretas o inapropiadas. Se puede contestar verazmente, con profundidad, también con otra pregunta, o aun peor no contestar y hablar de algo enteramente ajeno.
Sobre tus preguntas, tenemos el resto de nuestras vidas para responderlas. Pero, estábamos hablando del rotar de tu anillo. Cosa que había notado, ya en mi afán de observarte. No lo tienes puesto. Paró abruptamente.
Joder, se me volvió a caer.
Siempre se me cae. Lo he extraviado muchas veces.
Recuerdo que era dorado, como un aro matrimonial.
Si, de oro. ¿Donde lo abré dejado?
Se me cae muy a menudo en la cama. Usualmente lo encuentro ahí. Por favor llévame a casa. Tengo que encontrarlo. A veces, me olvido de ponérmelo por un día entero y lo encuentro cuando me meto a la cama.
Vamos te acompaño. Caminamos en silencio hasta su puerta. Me despedí y volví a casa. Me quede pensando en lo complicado que sería entablar una relación con ella. Sabiendo solo lo que sabía.
El anillo.
Llegó el amanecer. El sol desde el este pintando con imperceptibles grises las largas sombras, que correrán como para abrazarlo, hasta ser intensas pero mínimas, para continuar su huída, cuando otra noche nos acompañe. Esta experiencia visual y emocionante, siempre me daba la paz interior que nutria mi ser. Sabía que vivía, y lo agradecía. Era una buena vida.
Me levanté del sofá de la terraza para hacerme otro café. En la cocina, noté lo que parecía una tarjeta personal al pie del refrigerador. Como es mi costumbre, antes de actuar, me pregunté, como había llegado ahí. No se me había caído. Posiblemente, había volado del lado del refrigerador, donde habían otras mas presas de varios imanes.
Fui a recogerla, y al agacharme, escuché un sonido que me recordó como cuando cae una moneda al piso, y empieza a girar hasta descansar en una de sus caras. El sonido no estaba en mi campo de vista. Venia detrás de mi. Recogí la tarjeta y girando en cuclillas torné 180 grados. Frente a mi, entre los aparatos de la cocina y la isla, estaba brillando un anillo. Un anillo, dorado.
Avancé hacia el. De donde había caído. Su peso, aun poco, no le permitiría trasladarse solo. No había brisa. Sucedió después de agacharme. Miré hacia abajo, y mi camiseta tenia un bolsillo. ¿Habría salido de allí? Lo levanté, y examiné con detenimiento. Era pequeño, definitivamente de una mujer. Tenia una inscripción en el interior. “S, +, R, 98”. Era un aro matrimonial.
Un momento. Sería, ¿el que ella había extraviado? La “S” pudiera ser ella. El resto no lo pude descifrar, mas allá de que fuera un Roberto, ú otro nombre con R, y el año de matrimonio. Pero que hacia ahí, en mi bolsillo. No recordaba como había llegado ahí. Esa camiseta la usaba para dormir, desde mi llegada. Tenia ahora algo en que entretener mi mente.
La buscaría y se lo entregaría. Ella, estaría frustrada de no encontrarlo. Asumí, que tenia que ser suyo. Era muy temprano para molestarla. Empecé a formular métodos de entrega. Quería jugar algo con ella.
Una opción sería de esperar verla y preguntarle si lo había hallado. Si no, sería de ella. De otra manera, sería de alguien mas.
Otra sería aprovechar el anillo para buscarla. Con esa escusa, poder verla nuevamente. Esto me daría crédito por encontrarlo. Me imagino que le agradaría.
Lo que no sabia, era como tratar lo de la aparición del anillo en mi casa. Como explicarlo. Como lo tomaría. Pensaría, que de alguna manera la estaba tratando de engañar. Pudiera acusarme de que lo recogí cuando se le cayó en la mesa del restaurante anoche. Que estaba usando el anillo como una carta de juego. No quería que fuera una razón de disputa.
El teléfono empezó a timbrar. Era un timbre antiguo y ensordecedor. Sorprendido por el ruido, inicialmente no podía determinar su procedencia. Salí de la cocina y caminé en su dirección. Encontré una antigüedad de teléfono negro con dial. No esperaba llamada, no sabía si contestar. Esperé para ver si colgaban, o que el contestador la tomara. Seguía timbrando. Alcé el fono y reconocí la voz de ella. Dije. Residencia Montañe.
¿Eulogio?
No. Soy el anciano que te acosaba anoche. Conseguí que riera. Estaba muy seria. Dime que deseas. ¿A que se debe tu llamada?
No encuentro mi anillo, es muy raro. He estado pensando en los cuentos que me contaste de la noche que arguyes que nos conocimos.
¿Cuales cuentos?
Bien sabes a que me refiero. A esas fantasías tuyas de caminar y dormir conmigo.
Para mi, no son fantasías. Tu haz tratado de desacreditar mis recuerdos. Si no fantasías, por lo menos han sido sueños. Pero, pensé que ya habíamos aclarado eso sin satisfacer ni a mi, ni a ti. ¿Por que quieres volver a eso? ¿Será que empiezas a recordar? Lo sabia, ni fantasías, ni sueños. Creí que me estaba volviendo loco.
No es para tanto. Si no estas ya loco, conmigo te aseguro que te meterán al manicomio.
Bueno saberlo. Gracias por al advertencia. ¿Puedo, entonces dejar de verte?
Si, cuando quieras. Pero ahora no. Tengo que por lo menos encontrar mi anillo. Lo de esclarecer el pasado, no me importa tanto.
Dime. ¿Cual es el apego al anillo? ¿Es sentimental? O Solo posesivo. ¿No se te puede perder nada?
Deja de analizarme. Quiero que me ayudes a encontrarlo.
Que gano yo. Me has advertido que estaré en camino al manicomio si sigo relacionándome contigo. Ese es un precio muy alto a pagar. Tiene que haber alguna mejor recompensa, que una camisa de fuerza.
Nunca me tomas en serio. Es importante para mi. No se lo que quieres. ¿Que quieres? Que te puedo dar.
Espero que esta no sea nuestra primera riña. Pero tienes que entender, que mi ser peligra a tu lado. Acepto tu desafío a la búsqueda. Me entretendre contigo.
Conmigo. ¿Por que conmigo?
Por que eres entretenida. ¿Como quieres hacer?
Recorrer los sitios desde la ultima vez que lo recuerdo tener puesto. ¿Te parece?
¿Cuándo fue la ultima vez que lo tenias?
No estoy segura. Pero si dices que lo rotaba en el Canario anteanoche, cuando abruptamente y desconsideradamente interrumpiste la paz de mi cena. Debe haber sido ahí.
Niña, con esa actitud belicosa, no conseguirás mucho de mi. Se que puedes estar frustrada y molesta. Pero, no he sido yo el que extravió tu anillo.
Si, disculpa. Tienes razón. Bueno, de ahí, según tu sueño caminamos un rato y fuimos a tu casa. Nunca se me cae en la calle, solo cuando estoy sentada o en la cama.
Recuerdo que no cayó en la mesa del Canario. Me hubiera dado cuenta. Y, si no cayó en la calle, tendría que ser en mi casa, o la tuya. Será que lo rotas y dejas suelto, y por eso se te cae.
Puede ser.
Que puede ser. ¿Que estuviste en mi casa?
No, lo de que lo suelto al rotarlo. No estuve en tu casa.
Entonces, tiene que estar en la tuya, en algún lado.
¿Quieres que vaya a ayudarte a buscarlo?
¿Serias tan gentil? Te invito a almorzar en forma de pago.
Dicen que el estómago es la ruta para hacer a un hombre feliz. Yo digo, que no solo de pan vive el hombre. Mis servicios requieren algo mas en pago.
Cuando llegues negociamos.
Me baño, y voy.
No podía decirle que lo tenía entre mis dedos. Tendría que crear un cuento para encontrar y entregar el anillo. Podría decirle que lo encontré en mi cama, como era de esperarse. Podría, también decirle que estuvo sentado en el sofá mirando el mar y las estrellas esos días. Que lo encontré en la puerta de su casa, cuando Esteban la dejó anteayer. También, podría hacer como que cuando lo buscaba en su casa, lo encontré.
La entrega.
Mientras me bañaba, decidí que lo mejor seria contarle la verdad. Por mas inverosímil que fuera. Iba a ser una interrogante para los dos. Tendríamos que investigarla y resolverla juntos. La posibilidad de que hubiera pernoctado en mi casa, tomaba nueva vida. Era ya algo casi irrefutable.
Habría encontrado su anillo, en la cama donde dormimos. Y, sin más ni más lo había puesto en el bolsillo. Como era, que no me acordaba de tenerlo cuando no se lo vi la noche anterior. Habría asumido que era otro anillo. Sabía por seguro, ¿que era el mismo? Tenia que aclarar esto para poder presentarle un cuento conciso.
Formulé algo que me daría suficientes datos para mi versión. Trataba de no revisarla mucho, en caso que pareciera ensayada o fingida. Me vestí y salí rumbo a ella. Tendría que mentirle, al no decirle que tenia su anillo, cuando hablamos en la mañana.
Me vio llegar. Estaba parada en la cocina, detrás de una isla. Tenia una copa de vino blanco en una mano, en la otra, una segunda vacía. Probablemente para mi. Con mano en copa, levantó su brazo indicándome que entrara.
Buenos días, como te va. ¿Alguna buena nueva?
Hola. Nada. No lo encuentro. Esto no me pasa.
Encontré este anillo en mi casa esta mañana después de tu llamada. No recuerdo el tuyo tan bien como para identificarlo.
Me miró de lejos, con cierta incredulidad. Creo que pensaba que estaba bromeando. A la distancia, no podía distinguir que cosa tenia en mi mano abierta, y menos si era su deseado anillo. Sonrío, como sabiendo que era una broma, y quedo estática.
Pensé que era el tuyo.
Tomé el anillo entre el pulgar y el índice de mi otra mano, y lo levanté para que pudiera verlo mejor. Inmediatamente, lo metí, en mi bolsillo izquierdo de mi pantalón.
Como un gato curioso, se acercó a mi, y con coquetería. Dijo.
¿Me lo muestras?
No huelo el almuerzo. ¿Que fue de tu promesa?
Anda, no seas así. Déjamelo ver. ¿Es el mío? ¿Dónde lo encontraste?
Un momento. Haber descríbeme tu anillo.
Es de oro, muy sencillo y martillado sin brillo. Por favor dámelo.
Haz descrito a la perfección el que tengo en el bolsillo. Aquí esta.
Si, si es. Eres un amor. Gracias por recuperarlo. Estoy en deuda contigo.
Estaba como una niña. Radiante. Hasta su presencia era juvenil. Miro la inscripción, y se lo puso en la mano derecha.
Me tienes que contar como y donde lo encontraste.
Estaba esperando esa pregunta.
No lo vas a creer.
Pruébame.
Le conté lo de la tarjeta en el suelo. Que me agaché, el sonido y el brillo del anillo. Que no tenía su numero telefónico para llamarla y darle la noticia. Lo mas perplejo, era que no recordaba como llegó al bolsillo de mi camisa de dormir. Pero, que definitivamente el anillo fue encontrado en mi casa. Quería ver como tomaba esa información, antes de agregar, que posiblemente lo había encontrado en mi cama.
Como un rayo de luz iluminando una sección de una escena de película nebulosa, vi el anillo. Salía del baño, en camino a la cocina, y por el rabo de mi ojo, vi algo incongruente con las sábanas revueltas de la cama. Nunca tiendo la cama. A lo mas, doy vuelta a las ropas, con la idea de ventilarla.
Un brillo inesperado. Como, si me llamara. Me acerqué, y era un anillo. ¿Que hacía en mi cama? Entonces ella había dormido aquí. Puse el anillo en el bolsillo y salí a buscarla.
Ella, no estaba. El único indicio de su estadía era el anillo. Este cuento me sonaba algo conocido. Si, claro, el zapato de Cenicienta. Me preparé un café, y el resto es historia.
No te creo. No me mientas. Estás otra vez jugando conmigo. Creí, que ya habíamos pasado esa página.
No estoy mintiendo, y tampoco jugando. Así fue como lo encontré. Además, acabo de recordar como fue. Lo vi, en mi camino del baño a la cocina. Lo recogí, y puse en el bolsillo. Después, como si fuera mágico me olvide de el. Eso, no lo entiendo. Estará embrujado.
No seas ridículo. Es absurdo lo que dices. Tiene que haber una explicación.
La única que cuadra para mi es que dormiste en esa cama.
Tiene que haber otra, no puede ser. No recuerdo nada.
Eso es otra cosa. O, tu estuviste ahí, y se te cayo, o, [[slnc 200]]tienes un anillo mágico. El que se transporta de tu dedo, a donde quiere posarse. ¿Lo ha hecho antes? Te estará diciendo algo, dando alguna señal. ¿Haz pensado en eso?
Ya se te está notando la locura. Seguro que has tomado tus medicamentos ¿hoy? No tiene lógica.
Es verdad. Dejé, mi imaginación correr. La posibilidad de que durmieras allá aumenta. ¿Por que no aceptas esa posibilidad? Es que al no recordar, ¿no puede pasar? O, es algo más. Algo, como que tiene que ver con el que dirán. O mejor dicho, ¿el que diré yo? Te aseguro, que no sería la primera vez que me sucede. Me parece muy normal, y no le resta al carácter de la persona. Más bien agrega un matiz de independencia en el comportamiento.
Así que te sucede frecuentemente. Que afortunado eres. No estarás diciendo eso para que si fuera así, no que lo acepto, me fuera mas fácil aceptarlo. A mi, no me causa ningún problema aceptarlo por pudor o vergüenza. Esa página ya la pasé. Es que si no me acuerdo, me es difícil.
Me alegro, que el único impedimento sea el no recordarlo. De todas maneras, creo que debemos darle más crédito a tu anillo.
Por que dices eso. Es solo un pedazo de mineral.
Si no fuera por el, no hubiéramos tenido esta agradable anécdota, y ha cambiado el rumbo de nuestra relación. Estoy aquí en tu casa, bebiendo vino, y esperando el delicioso almuerzo que me vas a servir, en recompensa por el hallazgo. Todo hubiera sido muy distinto sin su intervención.
Ahora, tengo una pregunta. ¿Con que frecuencia se te cae?
Rara vez, pero si sucede. ¿Por qué preguntas?
Por que las coincidencias son muchas.
No entiendo, cuales coincidencias.
Primero, asumiendo que dormiste en mi casa. Específicamente en mi cama. La segunda, es que se cayera, justo ahí. No se si te haz dado cuenta, de que sino lo hubiera encontrado en mi cama, nunca hubiera podido confirmar que estuviste. Y, menos que dormiste, ahí.
Hay algo mas, sino fuera por el anillo, no hubiéramos tenido que colaborar en su búsqueda. Cosa que ha estrechado nuestra relación.
Me imagino que se te cayó, y que no lo dejaste.
Sabía, que irías por ahí. Aparece el zorro nuevamente. Yo no necesito esas tretas para conseguir atención. Tengo suficientes encantos naturales para recurrir a esas bajezas.
Tenía que decírselo. Era otra oportunidad de mostrarle mi perspicacia, y reiterarle mi interés en ella. Logré recordarle que un poco de tensión es ideal para las relaciones incipientes. También logré que se defendiera. Cosa que hizo con algo de coquetería.
Así me lo imaginé. Estoy de acuerdo que tanto tu belleza interna, como externa, obvia la necesidad de recurrir a esas acciones muy por debajo de tu nivel.
Me alegro que lo entiendas así. Espero no tener que repetírtelo, y que quede permanentemente grabado en tu mente.
Niña, definitivamente. Eres implacable. Me alegro que hayas recobrado tu norte. Te volvío el color a la cara.
¿Mi norte? Haber dime que quieres decir.
Recobraste ese carácter áspero, pero aun coqueto que conocí anteanoche.
¿Áspero y coqueto? Algo contradictorio. ¿No crees? Parece que te gusta. ¿Eres masoquista?
Me gusta el amor después del dolor. Parece que a ti también.
No, a mi no. Prefiero solo el amor.
Yo también lo prefiero. Pero, solo de pan no se vive. Si solo hubiera amor, no sabríamos que és. La comparación es lo único que nos permite hacer sentido de las cosas. La luz y la oscuridad, solo existen en armonía, como el bien y el mal. El yin y el yang.
Además, tu comportamiento áspero, exige una reacción medida a la medicina que dispensas. Por consiguiente, recibes algo de tu propia medicina. Esto lo vi la primera noche contigo. Indica, que das, y espero estés dispuesta a recibir. Sino, donde está el gusto.
Hablando de gusto. Por que no almorzamos, y reiniciamos el tema en la terraza. ¿Te parece?
Buena idea, estoy hambriento.