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La edificación más deseada

Posted by Manuel Valencia on July 12, 2019

Caminando un domingo por una área céntrica y elegante de la ciudad, y pasando frente a un edificio que siempre admire, como uno de esos sitios soñados donde vivir, noté un pequeño letrero indicando que había un departamento en alquiler.

La edificación mas deseada

Por décadas, con cierta regularidad monitoreaba los anuncios de alquileres o ventas en esa zona con el deseo de cumplir con mi anhelo y finalmente conseguir vivir ahí. Al pasar de los años perdí la esperanza de encontrar un departamento y me resigne a vivir en otro sitio. No recuerdo bien como vi el pequeño aviso puesto contra una gran ventana a un lado de la puerta del magnifico edificio. Recuerdo, que como miles de veces, había paseado por su frente, recordando todos sus detalles.

El edificio de cuatro pisos de estilo francés del Segundo Imperio, sobresalía elegantemente de sus acompañantes en la cuadra, por su exquisitez arquitectónica. Siempre excelentemente mantenido, los jardines impecables, era como ver a un caballero de alcurnia. Esta predilección mía, fue arraigada a una temprana edad y cultivada y reforzada con el pasar del tiempo.

Pensé que al pasar por esa ventana, no había visto el aviso, sentí como que lo que había visto, había sido una mano correr la cortina calada de hilo y nada mas. Este presentimiento me hizo voltear y mirar esa ventana nuevamente, para confirmar que si, el aviso estaba presente invitándome a una visita. Mientras lo leía, la misma mano lo extrajo y dejo caer la cortina, impidiendo mi acceso visual. Que raro, pensé, por que lo hubieran retirado tan rápidamente, que había sucedido. Habrían cambiado de opinión, había sido un error. ¿Sabrían de mis mas profundos deseos y estarían jugando conmigo?


No podía dejar pasar esta oportunidad, era la culminación de décadas de un deseo que parecía haber tomado una fuerza nueva a raíz de esa tentación. Me acerque a la puerta y presione el timbre rotulado portería. Una voz masculina de mediana edad respondió. ¿Buenos días, que desea? Mire, acabo de ver el anuncio de alquiler y quisiera saber si pudiera ver el departamento. ¿Alquiler? Señor, este edificio no ha tenido un departamento de alquiler en 40 años. Los dueños no venden, los entregan a sus herederos y menos los alquilan. Si señor, pero acabo de ver el anuncio en la ventana a la derecha de esta puerta, pudiera averiguar?

Señor, déjeme ver, ¿me espera un momento? Si por supuesto. Mientras esperaba, se me ocurrían historietas para explicarme lo sucedido. La dueña del departamento detrás de esa ventana quería alquilar, algo prohibido en ese edificio, y de vez en cuando ponía el aviso para interesar a los incautos a preguntar sobre el alquiler. Ella estaba tratando de forzar un cambio de reglas antiguas, instituidas por ella misma, que ahora eran irrompibles.

Señor, ¿esta usted ahí? Si aquí estoy. Parece que ha habido un mal entendido, no hay ni habrá ningún departamento en alquiler. Pero la Sra. Dueña del 101, desea conversar con usted, ¿si desea pasar? No entendí bien la propuesta. No hay nada de alquiler, ¿pero una dueña esta interesada en hablar con un extraño que desea alquilar? La confusión me dejo mudo. Sr. ¿Estaría todavía interesado? Si, si gracias. Tenia por lo menos interés en visitar el monumental edificio.

Vestíbulo

Un largo timbre sonó, y la puerta de gruesa madera, acero y vidrio se entreabrió. Empujándola, pude acceder al largo vestíbulo cercado a cada lado por puertas de doble hoja similares a las de la entrada, pero aun mas elegantes. Cada una acedia a un departamento en la planta baja. El piso era de mosaicos con un motivo que inicialmente no pude distinguir. Me evocaba esos frescos que representan los cielos con nubes coposas y aves al vuelo, sin tener estos conocidos elementos. Los frisos geométricos floridos que marcaban la unión de las paredes con el techo, parecían hacer movimientos ondulantes como el agua corriendo en un riachuelo.

Al fondo del vestíbulo, delante de la gran escalera espiral iluminada por una cúpula de vidrio que se percibía desde la calle, había un alto escritorio moderno donde podía ver al portero mirándome. Inicie el cruce del vestíbulo, casi al llegar escuche el crujir de una puerta a mi derecha, algo que distrajo mi observación del mosaico. Continúe hacia el portero sin voltear. Frente a el, y mirándome intensamente, me dijo, la Sra. Blanco desea conversar con usted. Por favor pase, es la puerta de la izquierda.

Al voltear, la iluminación había cambiado el diseño del mosaico, era otra cosa. A mi entrada parecía algo pastoral. Con la luz a mis espaldas, los frisos ya no ondulaban, y el mosaico parecía imperceptiblemente girar en espiral como un remolino de agua. Era un efecto genial. Me dirigí a la puerta a mi izquierda que estaba entreabierta. Buenas tardes, dije. Pase, pase por aquí. Escuche una voz femenina venir de un salón a mi derecha. La cuadrada antesala tenia un gran espejo horizontal sobre una de las tres puertas dobles. El espejo pavonado y oscuro estaba inclinado para reflejar el recinto entero. Las cuatro esquinas estaban acompañadas de sillas idénticas de estilo francés, con espaldar de paja y pintadas en dorado.

Antesala

En el centro del cuadrilátero había una mesa del mismo estilo con un tablero de mármol negro. A su centro un gran jarrón de porcelana de Seres con altas plantas secas. Sobre el mármol estaba el aviso con solo la palabra alquilo, en mayúsculas. Una sombra cruzo la luz que provenía de la sala con la puerta entreabierta, me distrajo y encamine hacia allá. Antes de cruzar el umbral de esa puerta, pensé que no me había visto en el espejo cuando entre a la antesala, me pareció extraño, pero lo deje de lado al entrar al salón.

Era rectangular, los mismos tratamientos y detalles decorativos que la antesala. A la izquierda, dos sillones de un cuerpo miraban a una grandiosa chimenea de estilo francés provincial, mas funcional que decorativa. Tres ventanas de doble hoja daban a la calle. A la derecha, tres sillones frente a una mesa de centro en admiración de una arpa dorada en la otra esquina. Sobre un banco estaba una mujer elegante vestida de gris que con un gesto de una mano me indico que me sentara en uno de los sillones frente al arpa.

Salon de musica

Un acorde sonó, seguido por varios mas y después de otros identifique la pieza de Pachelbel, Canon en D. Esta pieza la había escuchado muchas veces durante toda mi vida, llegando a conocerla bien en mis veintes, cuando empecé a amarla. Muchos años habían pasado en el olvido. Era como un nuevo despertar. Al final de tocarla, aplaudí y la mujer me hizo una venia. Poniendo su índice sobre sus labios, entendí que deseaba silencio. Gesticulo que me sentara a su lado en la banca, volvió a iniciar la pieza. Me senté y susurrando me dijo, bienvenido, lo he estado esperando un largo tiempo. Puso su índice sobre mis labios y entendí que no quería que hablara. Mientras tocaba me contó.

Vivo aquí desde niña, mis bisabuelos llegaron y compraron este edificio hace siglos. Toda mi familia ha vivido aquí desde nuestra llegada. Todos los habitantes, somos de alguna manera familia. Hemos mantenido el edificio solo en la familia y los bisabuelos prohibieron la venta el alquiler o el ingreso a extraños. Mis padres eran primos hermanos y cada uno heredo un departamento. Yo soy hija única y soy dueña de dos departamentos. Este y otro en el ultimo piso, que lleva vacío 100 años.

Era alta delgada y con un aire aristocrático. Tenia el cabello blanco y corto detrás de las orejas. Notaba una mujer cuidadosa de si misma y detallista en su presencia y sobria vestimenta. Termino de tocar la pieza y postrando juntas sus manos sobre sus piernas, me miro como para saber si entendía algo de lo que me había contado. Entendía todavía que deseaba mi silencio, pensé que si quisiera mi intervención me lo diría. Se levanto, cruzo el salón y se acerco a una mesa bar al rincón izquierdo del salón. Miro en mi dirección y con otro gesto de una mano me indico que me sentara en uno de los amplios sofás frente a la chimenea.

Tomo un vaso grueso de cristal cortado y sirvió un licor de un decante. Acercándolo a mi me lo entrego. Volvió, y repitió lo hecho, con vaso en mano, se sentó en el otro sofá, levanto el vaso en forma de brindis, mirando la chimenea y sin mirarme tomo el primer sorbo, y descanso su cabeza en el respaldar como en satisfacción. Repetí sus movimientos para ver su reacción.

Tan entretenido con los fabulosos eventos, su cuento y el silencio impuesto, que había dejado de prestar atención a todos los detalles expuestos. Algo que sonaba como una moneda girando vertiginosamente sin parar, era cuando me dijo, “lo he estado esperando un largo tiempo”. La moneda empezó a aminorar su giro progresivamente en su inevitable camino hasta caer en el silencio. Esto me dejo con la interrogante y mas aun un sabor de algo conocido o ya vivido. Era como si entendiera lo dicho, sin tener manera de saber el por que.

Ella seguía en descanso, me imagine que estaría brindándome tiempo para digerir lo recibido. Tomé otro sorbo de licor y decidí no hablar hasta que ella lo hiciera y levantara esa orden de silencio que antes me había impuesto. Esto permitió que hiciera conjeturas que explicaran las posibles razones de mi oportuna situación tan largamente anhelada. La edificación había alcanzado un encanto mas allá de una obra arquitectónica. Su intrínseca belleza aumentada por mi deseo de gozarla habían creado un ser idílico que había sido alimentado por el deseo.

Miraba pero no veía, estaba ensimismado con mis pensamientos. Un acorde del arpa fue el que me trajo a la realidad. Mi anfitriona ya no estaba sentada a mi lado, estaba nuevamente sobre la banca frente al arpa. Ahora tocaba algo que no conocía, pero que tenia un sabor a música infantil, era suave y melodiosa. Me incorpore y puse de pie para mirarla. Volví a sentarme a su lado.

Entiendo que todo esto parecía algo extraño para ti, me dijo. Te he contado un resumen de mi vida en pocas palabras. Te estarás preguntando por que estas aquí. Te explicare, desde niña, viviendo en esta casa, escuchaba a mis abuelos, tíos y tías que el mundo fuera de esta casa era caótico, sucio, impredecible y hasta peligroso. Todo tipo de cuentos sustentaban sus opiniones. Mis primos, primas y yo fuimos educados a la manera de nuestros abuelos con tutores que venían a edificarnos. La niñez paso imperceptiblemente hasta la adolescencia, donde era necesario el contacto con los demás habitantes.

Al ser la menor de mi generación, e hija única, fui la ultima en socializar con extraños. Nuestros padres invitaban a sus amigos con sus hijos a grandes eventos sociales. Los salones y jardines se preparaban con mucha anticipación. Recuerdo con alegría los carnavales enmascarados por donde corríamos por toda la casa y hasta la huerta. Vi a mis primos y primas adaptarse bien a sus excursiones a extramuros. Mis padres, sobreprotegiéndome, impidieron mi gradual adaptación, hasta conseguir que desista de relaciones con extraños.

Es verdad que de niña fui algo enfermiza, pero ya en mi adolescencia, sufría solo esporádicamente de asma, cosa que yo consideraba muy manejable. Esta actitud de mis padres, a los cuales tenia que confiar, nunca creo en mi ningún rencor hacía ellos. Siempre pensé que estaban haciendo lo mejor por mi.

Poco a poco, me acostumbre a jugar sola, estudiaba, leía, tocaba el arpa y el violín y como sin darme cuenta cumplí treinta años. Todo este tiempo, mi sitio favorito para la mayoría de mis actividades era el poyo de esa ventana. A través de ella recibía la luz del sol y la luna, miraba como en una película los quehaceres de los transeúntes. Algunos pasaban inconscientes, entre destinos, otros con mas detenimiento, como gozando de la vida, respirando y observando su entorno. Pocos tomándose el tiempo de estudiar la calle, admirar los detalles y gozar de su existencia. Solo uno de esos transeúntes demostró un interés especial, algo que iba mas allá de lo ordinario. Ese transeúnte, eres tu. Por esa razón te he esperado tanto para brindarte una oportunidad que espero, por lo menos te intrigue y posiblemente no la puedas rehusar.

Entendía, lo que entendía, era poco, pero era algo. Estaba definitivamente intrigado, curioso por saber mas. Había tanto misterio en todo lo que me había sucedido, era casi inverosímil. Mi deseo por ese sitio ofuscaba mi razón, no permitiéndome ser tan cauteloso como siempre lo había sido. Estaba enamorado de esa edificación y no sabia en que situación me estaba involucrando. Todo parecía hecho para mi. Ella era una mujer atractiva, elegante y educada. Yo un pobre empleado publico. Me brindaba acceso a cosas con las cuales yo solo podía soñar encontrar, y menos obtener.

Decidí ser algo cauto, en mi anhelo de conocer mas. Ella había descubierto mi admiración por el edificio de alguna manera. Era verdad que pase por su frente innumerables veces. No sabia que estaba siendo observado y menos con el detalle que le permitiera que le revele este interés. Nunca la había visto, era la primera vez que veía a alguien de su familia en toda mi vida. Ella sabia mas de mi que yo de ella. Esta revelación fue agridulce. Por un lado, estaba alagado por su interés en mi. Por el otro, era algo raro, el que me haya esperado como dijo. Eso, me sonaba como una bola de tenis de mesa que da votes que parecen interminables.

Creo que te he dado mucha historia y necesitas hacer sentido de todo esto. Si te parece, y quisieras volver, solo dile al portero el día y la hora y podremos conversar. Estoy segura que tendrás muchas preguntas. Es mejor que te vayas y vuelvas, si así lo deseas.

Me quede mudo. Tenia toda la razón. Mi cabeza no daba mas. Ella había notado mi desconcierto, y me ofrecía un respiro. Algo que necesitaba, para ordenar mis pensamientos y decidir si la visitaría nuevamente.

Creo que tienes toda la razón. Todo esto ha sido algo muy nuevo para mi, y desearía procesarlo bien antes de comprometerme a algo que no pueda lograr. Haz sido muy gentil conmigo y no quisiera errar en mi proceder al no poder actuar con mas tino. Acepto tu invitación, y cuando este listo para volver, le informare al portero del día y la hora, como sugieres. Ha sido un real placer placer conocerlos. No, disculpa, conocerte. Como veraz, me has confundido y aprovecho para despedirme. Hasta pronto.

Ojala, sea pronto.

Salí a la calle, era repentinamente de noche, el aire seco y algo frio me sirvió para oxigenar mi cerebro y empezar a tratar de entender esa increíble velada. Era como un comienzo de un romance con un ser totalmente desconocido por dentro, pero aquel que por fuera había deseado por tanto tiempo. El edificio había sido el exterior, y ella era el interior. Interesante, cautivadora y misteriosa. Había algo medio tétrico o extraño en ella. Su historia era muy peculiar. No podía superar los encantos de las dos.

Los días pasaron y cada vez que quería ordenar y entender lo pasado, veía su dulce y taciturna cara con una sonrisa que no me convencía del todo. Recordaba detalles de ella y del edificio que no había registrado. Era como si estuviera descubriéndolas de una manera virtual. No recordaba realmente estos detalles que afloraban como agua fresca de un manantial, sin saber su fuente. Me bañaba y reconfortaba en sus frescas aguas. Era como un baño curativo, aunque que después me dejara mas confundido.

No entendía la creciente fascinación que aumentaba exponencialmente cada vez que pensaba en ellas. Era como una droga que encanta los sentidos, pero que hace de uno un cautivo de su consumo. Pensé por momentos, no volver, ni siquiera a pensar en ellas. Presentía que algo no andaba bien. Era muy perfecto. Ya, para estas alturas en mi vida, había aprendido que todo nos cuesta, y lo mas costoso es lo mas preciado. No podía verle las desventajas, eso me preocupaba. Mas bien por momentos sentía que ellas no me dejaban ver los riesgos. Era solo un presentimiento, pero esto me daba mucha ansiedad. Siempre pude encontrarle contras a todo, era una de mis idiosincrasias. Pero, estaba muy ansioso por solo ver ventajas en esta nueva y extraña relación.

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