Después de un año de ausencia, ya de vuelta en el primer día del curso de mi segundo año de universidad, buscaba caras conocidas. Sabia que encontraría a mis compañeros, era solo cosa de tiempo. Entre a una sala no muy grande donde habían sofás, mesas y sillas y un espacio abierto como para reuniones que no recordaba. Miraba las caras sin reconocer alguna. Era como si estuviera en un sitio equivocado.
Música sonaba, la gente conversaba contenta. Me acerque a un grupo de mesas redondas pequeñas que habían sido juntadas para agrupar a casi una docena de personas. Viendo que casi la mitad de las sillas estaban vacías, pregunte a las cuatro personas sentadas juntas al extremo opuesto si podría sentarme ahí. Con solo una señal de una mano, entendí que si.
Me senté y espere un momento estudiando el entorno. Después de no reconocer nada ni nadie, me levante en camino a una puerta que previamente había identificado como acceso a una cafetería manejada por asiáticos. Me puse en cola para pedir algo de comer mientras miraba la pizarra donde listaban lo que ofrecían. En la cola delante mío habían tres chicas que decían que el macarrones con queso era famoso. Decidí pedirlo.
Sentí algo extraño en la boca, como un hilo entre las muelas. Disimuladamente mire alrededor y volteando hacia la pizarra mete mi mano a mi boca para tratar de extraerlo y librearme de esa molestia. Lo cogí y empecé a tirar de el. Era como un hilo elástico, mientras mas lo tiraba, mas se estiraba. Ya tenia como 20 centímetros fuera de mi boca, lo envolvía en mi puño, escondiéndolo. Volví a tirar, esta vez hasta lo mas lejos que mi brazo llegara, es decir hasta mi pierna, sin lograr extraerlo totalmente. Sentía que no podía sostener esta acción mucho mas tiempo, y que pronto seria descubierto y consiguientemente ridiculizado.
Tire y tire con desesperación, el elástico tenia una textura liza, como si fuera parte interna de un algún animal, no se acababa. Después que jalar cómo seis brazadas, finalmente salió el final. Con este rollo fibroso blancuzco en mi mano izquierda, ya estaba tercero en la fila, pronto a pedir. Busque donde deshacerme de el, sin éxito. Me sentía muy incomodo, una gota de sudor corrió por el medio de mi espalda. Tres estudiantes del medio oriente estaban en la caja discutiendo con el cajero asiático. El les decía que unas muchachas habían pagado por un almuerzo y quería saber si uno de ellos era el beneficiario.
El asiático apuntaba a un papel grasoso con una inscripción. Los muchachos no entendían. El asiático, apuntando al papel dijo en voz alta Manuel, los muchachos me miraron y les dije, yo soy Manuel. Me dijo que unas muchachas habían ordenado y pagado eso y que Manuel lo recogería. El asiático me dijo también que no estaba listo y que fuera a sentarme y que alguien me lo traería.
Volví a la buscar la mesa y ya no estaba, el espacio había cambiado. Busque a los muchachos que estaban sentados y los encontré en otro grupo. Me senté y uno me dijo, dos muchachas han venido y han dejado sus bolsas y una botella de whiskey. No le di mucha importancia a ese relato. Sentí un tirón de mi oreja izquierda, antes de voltear hacia esa dirección, otro en la derecha. Sin voltear salte de mi silla y rápidamente voltee en postura defensiva. Eran dos chicas delgadas y altas, casi de mi altura, una muy blanca de tez con el pelo con ralla al centro y una larga trenza negra.
La otra algo trigueña con pelo muy corto, como un corte masculino, rubio casi blanco. Baje la guardia y una cogió mi cara y acercándose me dio un beso en los labios, puso un brazo alrededor de mi cuello y haciéndose hacia un lado, dejo que la otra se acercara e hiciera exactamente lo mismo. Al retirar sus labios, las dos me abrazaban y yo las apretaba hacia mi por sus cinturas. Se reían alegremente. La trigueña metió su codo en mi pecho buscando librarse, la apreté mas y soltó una gran carcajada. La de la trenza suspiro algo en mi oído y las deje ir.
Recogieron sus bolsas, la botella de whiskey y tocando mi rostro se alejaron. Este episodio había entretenido a los espectadores cercanos. Me senté y uno de los de mi mesa, me dijo, que fue eso, las conoces, quienes son? Me senté lentamente preguntándome que decir. Después de un lapso en silencio, como si el tiempo se hubiera detenido, las recordé. Eran mis hermanas, realmente no hermanas, habíamos crecido juntos gracias a la generosidad de nuestros padres adoptivos. No las conozco, les dije.